¿Puede un solo debate electoral decidir
unas elecciones y podría suceder eso ahora en España? yo estoy convencido de
que sí, pero eso depende de que los candidatos y sus asesores sean lo suficientemente
buenos en el marketing electoral, en manejar la imagen, los gestos, la
dialéctica y la síntesis. Yo siempre pongo como ejemplo el primer debate
televisado de la historia, el que enfrentó el 26 de septiembre de 1.960 a
Nixon, al que todas las encuestas daban como ganador, y a JFK, que supo dar la
vuelta a todos los pronósticos con solo ese debate. Como en España hemos tenido
ya bastantes debates electorales, está clarísimo que tanto los candidatos como
sus asesores hacen agua por todas partes cuando se tienen que enfrentar, a cara
de perro, ante las cámaras de TV. Por lo que hemos visto en las pasadas
elecciones, Pedro Sánchez flaquea mucho en los cara a cara, bien en el Congreso
de los Diputados, bien en la TV. Cuando Sánchez se sale del guion establecido o
del discurso preparado o cuando es interpelado con palabras gruesas pierde el
sitio. Recordemos que ante los furibundos ataques de Casado y Rivera en los dos
debates electorales de la última campaña tuvo que salir Pablo Iglesias a salvar
el trasero a Sánchez, lo no va a pasar ahora. Seguramente por eso, por el miedo
justificado de Iván Redondo, el asesor de Sánchez, a que el presidente interino
la cague, esta vez solo va a haber un debate electoral, un debate que, si no
pasa nada raro, que podría, se celebrará en TVE el día 4 de noviembre. Pero,
ningún debate es igual que el anterior y puede haber sorpresas, porque nadie
tiene todas las claves ni sabe las estrategias de los demás. Tener memoria
ayuda, pero no es lo decisivo. En este debate vamos a tener una novedad con
respecto a los anteriores, no va a ser a cuatro, va a ser a cinco, porque esta
vez Vox, que tiene una amplia representación parlamentaria, si va a poder estar
ahí y eso ya introduce nuevas incertidumbres. Algunos pretendieron que también
estuviera Errejón, pero no pudo ser porque su partido no tiene ningún diputado en el Parlamento
y exactamente ese mismo argumento fue el que, justamente, se utilizó en las pasadas
elecciones generales para vetar a Vox. Esta campaña electoral, como habíamos
previsto, está muy mediatizada por el problema catalán o podría estarlo todavía
más si, por ejemplo, los problemas no se hubieran aplazado, como el partido
entre el Barça y el Madrid, que se ha aplazado al 18 de diciembre y donde puede
pasar de todo. Aplazar los problemas no los resuelve, los agrava, de eso es
consciente todo el mundo, y los que no son capaces de enfrentarlos prefieren
acudir al debate y a las elecciones
dejándolos para más adelante. Existe la errónea creencia de que en España
la gente está muy ideologizada y que es muy difícil que la balanza
izquierda-derecha bascule claramente hacia uno u otro lado. Es cierto que en los últimos años ha sido así,
y que los electores se han repartido en varios partidos de su espectro
político, los de izquierdas entre el PSOE y UP y los de derechas entre PP, Ciudadanos
y Vox, pero, todos sabemos que hay dos o tres millones de personas que pueden
bascular, sin ningún problema, entre PSOE y PP, de hecho así sucedió en el
pasado, y que hay un montón de jóvenes, muy poco ideologizados, que pueden
votar a cualquiera. Por supuesto que el problema catalán va a mediatizar el
debate, como está mediatizando la campaña electoral, pero ni de lejos, aunque a
usted le parezca increíble, va a ser lo que opinen unos y otros para su
solución lo que puede decidir las elecciones, ni siquiera distintas posturas
sobre problemas tan gordos como el paro, puede decidirlas, por ejemplo, que un
líder diga que, si le votan, al que okupe ilegalmente una vivienda lo desaloja
de inmediato y lo mete en la cárcel ¿O no decidieron aquellas elecciones que
mentábamos al principio una sola pregunta dirigida a la audiencia? ¿compraría
usted un coche de segunda mano a este hombre?
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