
El pasado fin de semana la
violencia callejera se ha vuelto a reproducir en varias movilizaciones de Madrid y Barcelona, donde el perfil de los
vándalos es exactamente el mismo de los que pateaban a los policías tras la
manifestación del 22M. Tras la ingenuidad de algunos que piensan que esto
estaba cantado, dadas las medidas contra los trabajadores y la grave
problemática social, otros tenemos una opinión muy distinta y estamos convencidos
que los grupos organizados que emplean la violencia como método no tienen nada
que ver con la legítima contestación de la gente que peor lo está pasando, al
contrario, como bien sabe ya la policía, su perfil es el mismo de los cachorros
de ETA y algunas organizaciones nacionalistas radicales, aunque se esconden
bajo siglas y pintadas anarquistas, sin saber siquiera, claro está, quien era Bakunin.
Estos grupos acudieron a la manifestación del 22M en autocares llegados del
País Vasco, Cataluña y Galicia y el mismo organigrama lo han repetido el pasado
fin de semana en Madrid y en Barcelona, en lo que parece ser un ensayo general,
una especie de maniobras, para algo mas gordo. Hay que descubrir que mano o
manos mecen la cuna, algo que puede deparar sorpresas, y cual es su objetivo
final.
Hay una nueva moda, las
revoluciones de diseño, que empezaron con las “naranja” pero que ahora tienen
el ingrediente de la violencia. Las hemos visto en Libia, en Siria y
recientemente en Ucrania, nada tienen que ver con las movilizaciones sociales
tradicionales, y responden a intereses inconfesables, ajenos a las demandas de
la inmensa mayoría de ciudadanos y pueden servir de instrumento para los golpistas o
de coartada para los que pretender cercenar los derechos constitucionales.
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