
Los cristianos, por ejemplo, reivindican
la no violencia. Fue Jesucristo el que nos dijo que había que poner la otra
mejilla e incluso permitió su crucifixión en vez de llamar a legiones de
ángeles y arcángeles para impedirlo. Pero, la misma Biblia nos enseña lo
violento que puede llegar a ser Dios, sirvan como ejemplos las destrucciones de
Sodoma y Gomorra. Jesús también esgrimió el látigo contra los mercaderes que
hacían negocios en las escaleras del templo de Jerusalém y nos advirtió que los
que pecaran gravemente contra los Mandamientos arderían eternamente en el
Infierno.
La violencia se empleó
profusamente en muchas revoluciones. ¿Alguien se imagina la Revolución Francesa
o la Bolchevique, por ejemplo, sin violencia? ¿alguien piensa que hubieran sido
posibles las revoluciones en las repúblicas americanas sin el recurso al uso de
la fuerza?.
Hay una paradoja a la que
encontraremos sentido, son precisamente los que han ejercido la violencia en
determinadas situaciones los que mas enfatizan la defensa de la paz en otras. Tenemos
ejemplos de gente pacífica que ha tenido que recurrir al fusil. ¿Cómo un cura
asturiano, Gaspar García Laviana, se puede convertir en comandante de la
guerrilla sandinista?.
Por regla general la gente no es
belicosa, pero hay escenarios, muchas veces cuando el nivel de injusticia es
exageradamente alto, en los que hasta el mas tranquilo explota. Eso le pasó a Jesús con
los mercaderes, a los franceses hambrientos que tenían que escuchar a su reina
lo de “si no tienen pan que coman bollos”, a los rusos que morían de forma
absurda en la Primera Guerra Mundial o malvivían como siervos a cambio de un
mal plato de comida, o a los que soportaban la dictadura criminal de Anastasio
Somoza en Nicaragua.
En la situación de crisis que
estamos padeciendo ya empieza a haber muchos ciudadanos que están al límite,
incluso que ya no pueden dar de comer a sus hijos. El poder y sus Gobiernos
títere saben que estamos en una coyuntura social potencialmente peligrosa, por
eso ya han hecho leyes que limitan el derecho a la manifestación y que pone
graves penas a los episodios de violencia. Contrasta este prurito legislador
con la permisibilidad con los corruptos y los defraudadores, una forma de violencia
que hace muchísimo mas daño.
Pero, a pesar de todo lo que estamos viviendo, aún no estamos en un brete que justifique la violencia, porque subsiste
la democracia y la libertad. Estos días todos hemos visto las imágenes de los
altercados en Burgos y nos hemos enterado de la paliza que unos encapuchados le
han propinado al apoderado de empresario Victorino Alonso. Pero, ¿no han sido
los vecinos de Burgos los que han elegido a ese alcalde? ¿no han sido los
trabajadores de la mina los que han votado mayoritariamente a los que han despilfarrado
los Fondos Mineros en vez de crear un tejido industrial alternativo en Asturias?.
Condenamos, sin ambages, estas
actuaciones y sugerimos que la ira se concentre, con inteligencia, en la
papeleta que dentro de pocos meses habrá que echar a la urna.
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