
A pesar de que todas las
encuestas del CIS dicen que las principales preocupaciones de los españoles son
el paro y la corrupción, esos no son, en verdad, nuestros mayores problemas. El
número uno es el cambio climático, que puede acabar con la rareza cósmica de
nuestra biosfera si seguimos por el camino actual, y el siguiente es el tabaquismo,
que hace ya tiempo dejó de ser calificado como un vicio y pasó a ser catalogado
por la OMS como una de las peores enfermedades que afectan a los humanos. Para
darnos una idea de la magnitud del problema baste decir que en solo un año
mueren en España, gracias a los cigarrillos, casi tantas personas como soldados
norteamericanos fallecieron en toda la Guerra de Vietnam. La incorporación de
la mujer al consumo de tabaco ha conseguido que, por primera vez en la Historia,
esta sea la principal causa de fallecimientos femeninos, la mayoría por
cánceres de pulmón.
Pero, hete aquí, que ha aparecido
un nuevo instrumento que ha dejado en el paleolítico a pipas, boquillas, puros
y pitillos, el cigarrillo electrónico, que los chinos introdujeron por primera
vez en el mercado en el año 2.003. Este artilugio engancha, porque suma su
dosis de nicotina, que uno puede elegir al gusto, a la moda tecnológica, cuya
mayor expresión son los móviles, que han evolucionado desde ser un instrumento
útil para comunicarse a convertirse en un apéndice del pulgar. Fumar y, además,
darle al botón mola mucho.
El cigarrillo electrónico ha sido
uno de los regalos estrella en las pasadas navidades y algunos de los “agraciados”
ya me han contado los beneficios que reporta, aunque ni van a poder usarlo en
los lugares públicos donde estaba prohibido fumar ni van a vivir ni un día mas
merced a las falsas bondades del aparato. Dicen que es mucho menos dañino que
el cigarrillo convencional, porque, al no llevar papel, no tiene alquitrán,
pero la verdad es que, además de agua destilada y nicotina, el líquido que se
usa como carga lleva glicerina vegetal y productos como el profilenglicol y
nitrosaminas, que calentados a altas temperaturas, son muy cancerígenos,
también suele llevar dietilenglicol, un compuesto que se usa como anticongelante
en los coches y que también es muy perjudicial para la salud al ser ingerido.
Aunque el cigarrillo electrónico
aún lleva poco tiempo introducido de forma masiva en el mercado ya hay varios
estudios que alertan de su peligrosidad, pues se han detectado patologías como
una reducción importante de los conductos bronquiales y graves alteraciones en
el aparato circulatorio. Otro asunto no baladí es que la carga fiscal que
soportan las recargas es muy inferior al de los paquetes de cigarrillos, así
será imposible sufragar los futuros gastos sanitarios de los fumadores tecnológicos
que, como ocurre ahora con los afectados por las patologías derivadas del
consumo de tabaco, ya son superiores a los impuestos recaudados.
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