
Los servicios secretos y las
cancillerías occidentales llevan haciendo grandes esfuerzos por desestabilizar
el país desde que llegó al poder, en elecciones democráticas, el actual
presidente, Viktor Yanukovich, que echó por tierra las pretensiones de la OTAN
de desplazar a Rusia e instalar sus propias bases en el país, como ya habían
acordado con el anterior presidente, Viktor Yúshchenko, y su primera ministra,
actualmente encarcelada, Yulia Timoshenko, en una estrategia de acoso a la que
no es ajena la instalación del sistema antimisiles en Polonia.
El presidente ruso, Vladimir Putin,
está muy enfadado y el portavoz del Gobierno ruso ha hecho unas declaraciones
donde denuncia la grosera injerencia de los países occidentales en los asuntos
internos ucranianos. Bajo la coartada de que una parte de la población quiere
la integración en la UE (esas cosas se deciden en las urnas) grupos violentos,
apoyados desde el exterior, han ocupado calles y plazas en la capital, Kiev, y
destrozan mobiliario urbano, incendian los comercios e invaden edificios
públicos. El Gobierno de Ucrania, que había mantenido una actitud prudente, se
ha visto obligado a intervenir con contundencia ante los ataques de los
manifestantes que, armados, acosaban a las fuerza de orden público.
En la foto, un manifestante
armado con un revólver.
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