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España tendrá en
2.014 los mismos problemas que en 2.013, algunos agravados, porque han estado
macerando ante la pusilanimidad de los que deberían enfrentarlos. Tanto S M el
Rey, que ha rejuvenecido 20 años en la portada de la revista “Hola”, como el
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, nos han deseado un buen año y nos han
dicho que 2.014 será el de la recuperación. Dicen que hay síntomas de que la
economía se está recuperando, porque los resultados de algunas empresas están
siendo mejores. ¿Cómo es posible que mientras el beneficio de la mayoría de las
empresas sigue cayendo éstas mejoren sus resultados?, pues porque no debemos
confundir beneficio con rentabilidad y esta aumenta en la misma proporción que
disminuyen los salarios y crece la productividad, es decir, no solo no se ha
corregido el error del gran trasvase de rentas de los asalariados hacia el
capital, verdadero detonante de la crisis económica, sino que se está
profundizando en él. Las distorsiones que provoca en el sistema que unos
mejoren a costa de otros no se pueden esconder: disminución de la recaudación
fiscal, imposibilidad de financiar los servicios sociales básicos, aumento de
la Deuda y que el paro se mantenga en cotas estratosféricas, ante la
imposibilidad de que el consumo de las familias, tanto en bienes como en
servicios, aumente.
2.014 llega con algunas
singularidades, por un lado va a ser el año del desenlace del envite
secesionista que han planteado al Estado algunas comunidades autónomas, particularmente
Cataluña y País Vasco. Ya no se podrá fiar al lejano destino la solución de
los problemas y, de una u otra forma, el Gobierno de España tendrá que dar la
cara. Los acuerdos del Gobierno de Zapatero y la coartada de la resolución del
Tribunal de Estrasburgo sobre la “Doctrina Parot” han logrado que el brazo
político de ETA esté en las instituciones y que los asesinos salgan a la calle,
pero no han resuelto el problema de fondo, solo que para conseguir sus fines
los separatistas no necesiten poner bombas. Otra vez huele a golpe de Estado,
pero ahora no son las conversaciones entre Enrique Múgica y el general
Armada el preámbulo, sino las declaraciones de los que pretenden cargarse la
Constitución, con la zanahoria del falso federalismo y el palo de la asimetría y de los que quieren celebrar consultas al margen de la Ley.
Los grandes partidos políticos
españoles tienen un grave problema de liderargo, aún mayor que el de las ideas.
Es triste, pero no hay en estos momentos un líder político capaz de afrontar
los retos que España tiene planteados y que inspire una mínima confianza a los
ciudadanos, como dejan bien claro todas las encuestas del CIS. Pero sí tienen
un gran aparato propagandístico, con fuertes ramificaciones mediáticas y de
aliados por interés. Eso es lo que ha evitado su desintegración, a pesar de sus
fechorías. Los cuentistas van a tener que hacer encajes de bolillos y piruetas
dialécticas inverosímiles este año para intentar engañar a la gente y que lo
negro siga pareciendo blanco. Porque, desde que el PP llegó al poder y dio estopa
a los ciudadanos, particularmente a los trabajadores, tendremos las primeras
elecciones, las europeas de mayo, donde,
según todas las encuestas, el bipartidismo que nos ha traído hasta aquí puede
sufrir un varapalo histórico.
Me gustaría desearle un feliz año
nuevo, pero no quiero engañarle.
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