
Pero aquel proceso controlado de
una transición desde la dictadura hacia una democracia tutelada por los poderes
fácticos tuvo algunas dificultades. Había gente en el régimen franquista, lo
que se dio en llamar ”El Bunker”, que pretendía seguir con una dictadura, objetivamente,
agotada; entre los que estaba nada menos que el presidente del Gobierno, el
almirante Carrero Blanco. Aquello se solucionó con un atentado que lo quitó de
en medio, mediante la colocación de varias minas anticarro que hicieron volar
por los aires el Dodge Dart blindado en que viajaba, una acción que se atribuyó
a ETA.
El PSOE (renovado) que, desde el
Congreso de Suresnes, en 1.974, lideraba Felipe González (que entraba y salía
de España sin que la policía franquista interviniera) enseguida engulló al PSOE
(histórico), como mas tarde haría con el PSP de Tierno Galván, y se convirtió en la plataforma pseudoizquierdista necesaria para montar el tinglado. Mientras,
Adolfo Suárez, que había sido elegido por el Rey para dirigir la transición,
creaba la UCD, un partido de derecha moderada que tenía a otro, AP, que
lideraba Manuel Fraga, que le hacía la competencia. Todo parecía ir por el
libro, como había sucedido en otros países de Europa. Sin embargo, nadie
contaba con que Suárez, un hombre que había sido nada menos que secretario
general del Movimiento, aupado por el falangista Herrero Tejedor, se creyera lo
de ser un presidente verdaderamente democrático y patriota. Legalizar el
Partido Comunista antes de lo previsto, negarse a entrar en la OTAN, no querer
reconocer el Estado de Israel, mientras no se devolvieran los territorios
ocupados en la guerra del 67, etc, convirtió a Suárez en un problema, aunque D.
Adolfo había permitido que se financiara al PSOE, que también recibía dinero de
Alemania, para que este partido se fuera perfilando como alternativa. Todo
acabó con un golpe de Estado, no la fantasmada protagonizada por Tejero y Milán
del Bosch, sino el de verdad, el que había obligado a dimitir a Adolfo Suárez y
en el que habían intervenido relevantes socialistas, militares, potencias
extranjeras y, eso sí, haciendo de policía bueno, el propio Rey. Todo estaba
encauzado y así seguiría durante 30 años, con alternancias en el poder entre el
PP, que había emergido tras la desintegración de la UCD, y el PSOE.
Pero, la crisis económica y el
empobrecimiento de amplias capas sociales ha puesto en cuestión el esquema que
les ha funcionado hasta ahora. De repente, afloran diferencias ideológicas y
opiniones irreconciliables en el PP y luchas intestinas por el poder en el PSOE,
pero, no nos engañemos, la verdadera razón de lo que está pasando en los dos grandes
partidos es el miedo que ha surgido ante la venganza que se pueden tomar los
ciudadanos. Los grandes cambios y las revoluciones no las hacen las ideas, sino
los estómagos, y en España muchos empiezan a estar vacíos. Hay que tomar
posiciones por lo que pueda pasar, se han dicho algunos.
Se ha terminado el paripé, las
elecciones están a la vuelta de la esquina, primero serán las europeas de
finales de mayo, pero las autonómicas y municipales y las generales también
llegarán. En el bipartidismo, ante lo que dicen todas las encuestas, ha cundido
el pánico.
¿Estaremos ante el ocaso de un
esquema político que nos impusieron?