Ninguna ley es tan importante como
la de los Presupuestos Generales del Estado, porque en ella se contemplan tanto
las políticas recaudatorias como de gasto. Y ninguna ley retrata tan bien la
verdadera condición política de quien la elabora y quien finalmente la aprueba
en el Congreso de los Diputados y en el Senado, porque, por encima de las dialécticas
engañabobos y las mentiras a las que nos tienen acostumbrados los políticos,
cuando se trata de meternos la mano en el bolsillo y de gastar nuestro dinero,
inevitablemente, siempre se quedan con el culo al aire.
La vicepresidenta del Gobierno,
Soraya Sáenz de Santamaría, salió el otro día a la palestra para amenazar con
que si no se formaba un Gobierno pronto no se podrían aprobar los Presupuestos
Generales del Estado y, en concreto, peligrarían las subidas de las
prestaciones de los pensionistas y de los salarios de los funcionarios. La preocupación
de Dña. Soraya, evidentemente, no es tanto por los ingresos de los españoles
que dependen de los Presupuestos del Estado como porque algunos partidos políticos
apoyen a Rajoy para que pueda ser investido presidente y el PP pueda formar
Gobierno.
Los Presupuestos para el 2.017
van a ser un instrumento muy útil para que los ciudadanos podamos observar si
hay algún cambio político en este país una vez que el PP ha perdido la mayoría
absoluta de la que gozó durante la pasada legislatura. Estos Presupuestos
tendrán que contemplar obligatoriamente un ajuste del déficit muy importante,
no solo para que España se acerque al 3% del tope impuesto por Bruselas,
también para corregir la desviación de los 10.000 millones de euros de los
objetivos del déficit, por lo que peligra el dinero de los Fondos Estructurales
e incluso la UE puede finalmente multar a España.
Como en una economía doméstica, los
Presupuestos Generales del Estado solo se pueden cuadrar de dos formas, o
recaudando más o gastando menos. España y otros países han renunciado al
déficit cero, porque se sienten incapaces de lograrlo, al contrario que
Alemania, que en los Presupuestos que se aprobaron recientemente en su
Parlamento volvió a cuadrarlos. Esto es como si una pareja viviera por encima
de sus posibilidades y dejara la deuda de sus alegrías a sus hijos y sus
nietos. De progresista tiene la cosa bien poco, la verdad, porque la Deuda
Pública que genera el déficit hay que pagarla.
El problema que tiene España con
los Presupuestos no es tanto el gasto como los ingresos. Si bien es verdad que
hay partidas superfluas que podrían suprimirse y que algunas Administraciones,
en concreto las CC AA, se han convertido en máquinas de despilfarrar, nuestro
país gasta bastante menos en Sanidad, Educación, Justicia y pensiones que otros
países de nuestro entorno, es en las políticas fiscales e impositivas donde
fallamos estrepitosamente. Tradicionalmente se ha recurrido a subir los
impuestos indirectos, como el IVA, o el IRPF y tasas que pagan por igual todos
los ciudadanos para recaudar mas, logrando con eso que la mayoría de la gente
tenga menos dinero para gastar, que el mercado interno se resienta y que al
final se consiga el efecto contrario al que se perseguía. No se necesita mayor
carga fiscal sino racionalizarla, porque en este país los que mas ganan son los
que menos pagan, la media de los impuestos que pagan los empresarios, por
ejemplo, es inferior a la media de los impuestos que pagan los trabajadores. No
solo eso, tenemos un fraude fiscal y una economía sumergida gigantescos que
suponen, según estimaciones del propio Banco de España, alrededor del 23% de
nuestro PIB. Solo cambiando la Ley y el Código Penal endureciéndolos
severamente (plan A) o retirando el papel moneda y que todos los pagos se
hicieran con tarjeta (plan B) se podrían recaudar 80.000 millones de euros
adicionales, mas que suficiente para cuadrar el déficit y jugar en la misma
liga que los países serios, como Alemania.
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