Entre los días 2 y 4 de agosto de
1.990 fuerzas combinadas del Ejercitó Iraquí invadieron Kuwait, la invasión del
emirato vino precedida por la negativa del emir Yaber III a hacerse cargo de
una parte de los estratosféricos gastos que había ocasionado la guerra contra
Irán. Baste decir que Irak debía a Francia dos billones de dólares por la
compra de armas. Pero, hay que recordar también que el Imperio Británico había
desgajado Kuwait de Irak en su propio beneficio y que Saddam Hussein tenía un pretexto
histórico perfecto. El Consejo de Seguridad de la UNU, con la resolución 660 aprobada el mismo día que empezó la invasión, instaba a Irak a retirarse y con
la intervención de las potencias occidentales y los regímenes feudales árabes
comenzó la Primera Guerra de Irak, mas conocida como la Guerra del Golfo. Los iraquíes acabaron retirándose, pero Saddam
Hussein había perdido para siempre la confianza del imperialismo.
En el año 2.003, uno de los mas
irresponsables presidentes de los EE UU, George W Bush, queriendo emular a su
padre, empieza a preparar la invasión de Irak. Se urde la patraña que el
régimen iraquí poseía “armas de destrucción masiva” que no solo eran un peligro
para la población de Irak, también para el resto del mundo. A pesar del
numerito, con fotos y pruebas falsas, que el secretario de Estado
norteamericano, Colin Powell, presentó ante el Consejo de Seguridad, los EE UU
y sus aliados no pudieron contar con el permiso y la legalidad de la ONU. Contra
todos los tratados internacionales y sin una resolución se invadió Irak. Fue
uno de los mayores errores que la Humanidad ha cometido y cuyas dramáticas
consecuencias aún colean. A los millones de muertos, heridos y desplazados hay
que unir la aparición de Estado islámico, otro de los efectos de aquella causa.
Los presidentes de los EE UU, Reino
Unido y España, los de la foto de las Azores, mintieron a sus pueblos porque
sabían perfectamente que no existían ningunas “armas de destrucción masiva” en
Irak, porque hasta las armas químicas que algunos le vendieron se habían agotado hacía
mucho tiempo, así se lo habían ratificado sus respectivos servicios secretos. Y
los pueblos de esos países, visionarios y clarividentes, se echaron entonces a
la calle con un clamor, con un grito, el de ¡No a la Guerra! La Historia ya ha
juzgado a aquellos tres presidentes.
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