No hace tanto tiempo que en
España existía el servicio militar obligatorio, lo que se conoció popularmente
como la “mili”, que fue eliminado por el gobierno de José María Aznar con el
aplauso unánime de la izquierda. Fue, sin ninguna duda, uno de los errores más
graves que han cometido nuestros políticos y, aunque no voy a entrar ahora en
los porqués ni en los detalles, ya lo he hecho en otros artículos hace tiempo,
si apuntar que países que también lo habían eliminado, como Francia, lo han
vuelto a instaurar y que existe en la mayoría de Estados de Europa. Cuando existía
el servicio militar obligatorio en España también había una Ley de Objeción de
Conciencia que permitía a los que, por razones religiosas, morales o, en la
práctica, de cualquier otra índole, pudieran sustituir el servicio de armas por
una prestación social sustitutoria. El asunto tenía guasa, porque como había
tanta gente que, aunque a muchos les encantaban las películas de Rambo, decía que el
servicio militar no iba con ellos, era difícil encontrarles la prestación
social sustitutoria que contemplaba la ley. Pero, además de los objetores de
conciencia apareció otra figura, la de los insumisos. Los insumisos eran
personas que no solo no querían hacer la mili, tampoco la prestación social
sustitutoria, y para no cumplir con las obligaciones que les imponían las leyes
democráticas votadas por los representantes de la soberanía popular en el
Congreso de los Diputados pues, se las pasaban por la entrepierna. Estaban también
los insumisos de guante blanco, es decir, los que, con enchufes y/u otras
triquiñuelas, tampoco hacían la "mili", entre ellos el propio Aznar y sus
hermanos, pero los había de todas las ideologías políticas, eso sí, abundando
más los ricos y/o los que tenían buenos contactos. La insumisión, como es
lógico, estaba castigada penalmente, porque alguien podría declararse insumiso
de circular por la derecha, por ejemplo, y alguno fue a parar con sus huesos a
la cárcel o se le dio a escoger entre eso o volver al cuartel. Conocí casos
singulares, como el de un militante de un partido maoísta catalán, que tuvo que
hacer el campamento dos veces, y que acabó siendo, en contra de lo que pensaba
el capitán y los oficiales de la compañía, uno de los mejores desfilando en
orden cerrado y aprovechando las clases de teórica militar. Pero, la mayoría se
fueron de rositas y por aquel entonces la izquierda defendió la insumisión más
que nadie ¿Se imagina usted lo que pasaría en este país si algún gobierno, como
ha hecho el gobierno francés, quisiera volver a implantar el servicio militar
obligatorio (un detalle no baladí, como en Marruecos) y para hombres y mujeres,
como en La Galia o Israel? Libertad, igualdad y fraternidad, molan mucho, pero
solo cuando interesa a muchos españoles y españolas, claro. Pues bien, la
insumisión ha vuelto a España, pero ahora no está relacionada con un servicio
militar obligatorio inexistente sino con la pandemia del coronavirus. Hago
botellón porque me da la gana, haga fiestas porque quiero, abro el interior de
mi bar diga lo que diga el gobierno de mi comunidad autónoma. Las normas y las
leyes para otros son maravillosas, pero yo hago lo que me parece mejor porque
yo lo valgo, en eso se resume la insumisión. Naturalmente, cuando has apoyado
una insumisión has perdido autoridad moral para criticar cualquier otra.
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