viernes, 19 de marzo de 2021

LOS INSUMISOS

 


No hace tanto tiempo que en España existía el servicio militar obligatorio, lo que se conoció popularmente como la “mili”, que fue eliminado por el gobierno de José María Aznar con el aplauso unánime de la izquierda. Fue, sin ninguna duda, uno de los errores más graves que han cometido nuestros políticos y, aunque no voy a entrar ahora en los porqués ni en los detalles, ya lo he hecho en otros artículos hace tiempo, si apuntar que países que también lo habían eliminado, como Francia, lo han vuelto a instaurar y que existe en la mayoría de Estados de Europa. Cuando existía el servicio militar obligatorio en España también había una Ley de Objeción de Conciencia que permitía a los que, por razones religiosas, morales o, en la práctica, de cualquier otra índole, pudieran sustituir el servicio de armas por una prestación social sustitutoria. El asunto tenía guasa, porque como había tanta gente que, aunque a muchos les encantaban las películas de Rambo, decía que el servicio militar no iba con ellos, era difícil encontrarles la prestación social sustitutoria que contemplaba la ley. Pero, además de los objetores de conciencia apareció otra figura, la de los insumisos. Los insumisos eran personas que no solo no querían hacer la mili, tampoco la prestación social sustitutoria, y para no cumplir con las obligaciones que les imponían las leyes democráticas votadas por los representantes de la soberanía popular en el Congreso de los Diputados pues, se las pasaban por la entrepierna. Estaban también los insumisos de guante blanco, es decir, los que, con enchufes y/u otras triquiñuelas, tampoco hacían la "mili", entre ellos el propio Aznar y sus hermanos, pero los había de todas las ideologías políticas, eso sí, abundando más los ricos y/o los que tenían buenos contactos. La insumisión, como es lógico, estaba castigada penalmente, porque alguien podría declararse insumiso de circular por la derecha, por ejemplo, y alguno fue a parar con sus huesos a la cárcel o se le dio a escoger entre eso o volver al cuartel. Conocí casos singulares, como el de un militante de un partido maoísta catalán, que tuvo que hacer el campamento dos veces, y que acabó siendo, en contra de lo que pensaba el capitán y los oficiales de la compañía, uno de los mejores desfilando en orden cerrado y aprovechando las clases de teórica militar. Pero, la mayoría se fueron de rositas y por aquel entonces la izquierda defendió la insumisión más que nadie ¿Se imagina usted lo que pasaría en este país si algún gobierno, como ha hecho el gobierno francés, quisiera volver a implantar el servicio militar obligatorio (un detalle no baladí, como en Marruecos) y para hombres y mujeres, como en La Galia o Israel? Libertad, igualdad y fraternidad, molan mucho, pero solo cuando interesa a muchos españoles y españolas, claro. Pues bien, la insumisión ha vuelto a España, pero ahora no está relacionada con un servicio militar obligatorio inexistente sino con la pandemia del coronavirus. Hago botellón porque me da la gana, haga fiestas porque quiero, abro el interior de mi bar diga lo que diga el gobierno de mi comunidad autónoma. Las normas y las leyes para otros son maravillosas, pero yo hago lo que me parece mejor porque yo lo valgo, en eso se resume la insumisión. Naturalmente, cuando has apoyado una insumisión has perdido autoridad moral para criticar cualquier otra.

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