¿De verdad había alguien, en su
sano juicio, que pensara que las políticas de buenismo estúpido no iban a traer
desagradables consecuencias? Marruecos tiene graves problemas sociales, un paro
tremendo y una sociedad donde los jóvenes, sin salida alguna, son mayoría ¿A
quién cargar con estos problemas? pues, a España. Marruecos lleva chantajeando
y chuleando a nuestro país desde hace décadas y, mientras nos dejemos, piensa
seguir haciéndolo. Además del narcotráfico por el Estrecho de Gibraltar, con el
que Marruecos ha logrado que España sea su base para distribuir la droga por toda
Europa, además de que la comunidad marroquí es, de lejos, la más numerosa en
España, pues más de un millón de parados nos los han exportado a nosotros,
además de que tenemos que mantener a miles de jóvenes marroquíes en nuestro
país, pues, además de todo esto y si no teníamos suficiente, ahora tenemos al
Tcharmile ¿Qué narices es eso, me preguntará usted? pues El Tcharmile es un
adobo marroquí a base de aceite de oliva, ajo y perejil que se utiliza para platos
de carne y pescado, pero ese aliño inocente también es el nombre de una
peligrosísima mafia que está creciendo en nuestro país como la espuma, en
particular en Cataluña, Levante y algunas zonas de Andalucía y que ya hace
tiempo que hace estragos en el país magrebí, robando en los barrios ricos y a
los turistas. El Tcharmile tiene algunas similitudes con las bandas latinas,
que también operan impunemente en España, pues sus miembros son fácilmente
identificables, en este caso por llevar cortes de pelo peculiares, grandes
relojes y anillos de oro y zapatillas de marca, bien todo ello verdadero o
falsificado. Se nutren especialmente de los MENAS, ya sabe, esos a los que
Teresa Rodríguez llamó “nuestros niños y nuestras niñas”, bien mientras son
todavía menores o bien cuando cumplen la mayoría de edad y circulan a su aire. Les
gusta ir armados con machetes y grandes cuchillos de cocina, pero algunos ya
han dado el salto a las armas de fuego, las de guerra incluidas. En algunas CC
AA las bandas Tcharmile se han aliado con las mafias del Este de Europa, otras
que han encontrado en España un paraíso para sus actividades, y se enfrentan a
los clanes gitanos para disputarse el mercado de la droga. En Murcia, por
ejemplo, ya tenemos varios crímenes. Mientras estas cosas pasan y la gente
tiene cada vez más miedo, nuestros políticos, bien sea el Gobierno o la
encantadora oposición, se dedican a sus cosas, sea a nivel estatal, sea a nivel
autonómico. El mayor problema es que, si dejamos crecer al monstruo, cuando
queramos meter mano a los Tchamile estos estarán ya con un pie en el terrorismo
yihadista.
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