A la larga cola de los nuevos
capitalistas-marxistas, es decir, de lo que quieren que papá Estado los salve,
pero para seguir siendo capitalistas, se han añadido ahora las compañías aéreas
y este asunto tiene miga y repercusiones. Tiene miga porque no estamos hablando
de un rescate cualquiera, estamos hablando de un rescate de decenas de miles de
millones de euros, y tiene repercusiones porque no es solo un rescate para las
compañías aéreas, es un rescate sobre todo para la banca ¿le suena? En efecto,
hay muy pocos sectores económicos tan apalancados como las compañías aéreas,
para decirlo en Román Paladino, lo deben todo; toda la infraestructura de esas
empresas, que han crecido como la espuma y que tienen decenas o cientos de caros
aviones, se sustenta sobre los créditos. Si los Estados no acuden a salvar a
las compañías aéreas no solo peligran estas empresas, peligra el turismo
internacional, peligra la industria aeronáutica y peligran, sobre todo, los
bancos. Así que tras una primera partida de 7.000 millones de euros (esto es el
chocolate del loro en comparación con la pasta gansa que se les va a dar) que
el Gobierno francés ha dado a Air France (¿libre competencia? eso ha pasado a
la Historia) van a venir otras, no sabemos si directamente de los Estados, del
Banco Central Europeo, de los Fondos Europeos o de, lo más probable, de los
tres sitios a la vez. En este sentido ya se ha reunido la Comisión Europea para
decidir el rescate, ahora solo quedan los flecos. El rescate no solo incluye
ayudas estratosféricas, también da permiso a las compañías aéreas para que
puedan seguir metiendo a los pasajeros como sardinas en lata a pesar de la
peligrosidad que eso entraña cuando no se ha vencido todavía la pandemia del
Covid 19; pelillos a la mar. El argumento, naturalmente, no ha sido sanitario: “si
se dejan asientos libres no hay rentabilidad”. Todo maravilloso.
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