Todos recordamos lo que sucedió cuando se
produjo la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria, cuando las
hipotecas Subprime, aquellas hipotecas que los bancos prestaron alegremente, se
convirtieron en impagos masivos ¿Por qué aquellas hipotecas de repente no se
pudieron pagar? pues porque los trabajadores llevaban años perdiendo poder
adquisitivo, con sus salarios creciendo muy por debajo de lo que subían los
precios, había una economía recalentada con una inflación cercana al 3%.
Aquellos desajustes y aquellas fechorías financieras auspiciadas por los
Gobiernos, por los bancos centrales y por los demás bancos tenían que estallar,
y eso, y no otra cosa, fue lo que, en verdad, estalló. Pero, aunque parezca increíble,
casi ninguna de las entidades y de los personajes que provocaron aquella
hecatombe pagó por ello, al contrario, los que pagaron fueron los ciudadanos,
en particular los trabajadores, que fueron los estafados. Pues bien, aquel tsunami
no se aprovechó para volver a la ortodoxia, para regresar al mundo de la gente
cabal, al contrario, exactamente los mismos que lo provocaron volvieron a las
andadas, la cabra siempre tira al monte. Ingentes cantidades de dinero público
se dedicaron a tapar los agujeros de los bancos, pero las hipotecas impagadas
también se dejaron en poder de las entidades financieras, corporaciones que
desahuciaron, con la aquiescencia de los Gobiernos, a los pobres desgraciados
que no las podían pagar, pero, como no tuvieron suficiente, los bancos centrales
pusieron a trabajar a destajo sus máquinas de hacer billetes, ingentes cantidades
de papel moneda sin respaldo de valor que había que valorizar haciéndolo
circular ¿como? pues prestando ese dinero a los bancos a intereses negativos,
algo así como si un propietario pagara al inquilino por alquilarle el piso,
para que luego los bancos nos los prestaran a nosotros al 5%. Estamos hablando
de la mayor estafa piramidal de la Historia. Naturalmente, como todas las
estafas piramidales, este robo masivo a la gente tenía que tener un punto de
ruptura, la Deuda de los Estados no podía crecer hasta el infinito, la fiesta
se tenía que acabar ¿Saldrían nuevamente impunes los facinerosos? esta vez
tenían sus dudas, porque la devaluación salvaje que iban a tener que hacer a
las condiciones de vida de los ciudadanos podía costarles, en esta ocasión, la
cabeza. Pero, hete aquí que entonces llegó el coronavirus, precisamente en el
momento que necesitaban, y ya tienen la coartada perfecta para hacernos, otra vez, la puñeta.
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