Cuando acabó la Segunda Guerra
Mundial, el 75% del PMB (Producto Mundial Bruto) correspondía a los EE UU, a
mediados de los años 70 del siglo pasado el porcentaje era del 50%, a finales del siglo XX
era del 25%, en la actualidad representa un poco más del 17%. Al tiempo, en el
país más poblado del mundo, un país anclado en la Edad Media, con el que se
cebó el colonialismo, donde la gente iba vestida con un saco y donde sus
ciudadanos se morían de hambre por millones, estalló la revolución, una
revolución liderada, como casi todas las revoluciones que hemos visto en el
pasado siglo, por los comunistas. Karl Marx otra vez se había vuelto a
equivocar, como cuando se equivocó al pensar que la primera revolución
socialista la harían los explotados proletarios en Gran Bretaña y fueron los
campesinos, los soldados y los siervos rusos los que la hicieron. Las
revoluciones las hacen los estómagos. En China los estómagos de cientos de
millones de personas estaban vacíos. No fue fácil y hubo excesos, pero los
comunistas vistieron a todos los chinos (todos iguales, no había dinero ni
recursos para modas) y acometieron una reforma agraria, la mayor que ha
conocido la Humanidad, para dar de comer a la gente, aunque fuera solo arroz.
El gigante no había muerto de inanición, pero seguiría semidormido durante
décadas. Tras la muerte de Mao y condenados los golpistas de “La banda de los
cuatro” que capitaneaba su viuda, emergió un hombre bajito, de sonrisa
perpetua, era increíble que todavía sonriera después de lo que le hicieron a él
y a su familia durante la Revolución Cultural, se llamaba Deng Xiaoping y nunca
fue ni secretario general del Partido, ni primer ministro ni presidente de
China, se aupó al cargo de responsable del Comité de Defensa y su autoridad se
la dio ser jefe del mayor ejército del mundo, pero sobre todo, su autoridad
moral. “Qué importa el color del gato si caza ratones”, la frase más famosa de
Xiaoping, no significaba que China se fuera a convertir en un país capitalista,
sino que utilizaría las leyes del capitalismo que habían demostrado que
funcionaban, pero siguiendo con una economía planificada, con las empresas estratégicas
en manos del Estado y con la dirección política y económica del Partido
Comunista. Lo había dicho Napoleón: “Cuando China despierte, el mundo temblará”,
pues bien, el gigante amarillo había despertado. Hoy China es la primera
potencia económica mundial y representa el 22% del PMB. Conquistar el mundo con
amenazas, coacciones y portaviones, como pretendieron algunos, no había
funcionado, China iba a conquistar el mundo con su comercio. Entonces, los mismos que habían
aplaudido la globalización y los mismos que defendieron el liberalismo salvaje
durante siglos, mientras les interesó, empezaron a depositar su confianza en el
Estado, en ese Estado que tanto despreciaron, para que les salvara el trasero.
Lo primero, poner aranceles brutales a los productos chinos. Pero, hete aquí
que precisamente en China apareció el coronavirus y los chinos actuaron entonces
muy inteligentemente, no solo controlaron la epidemia con una resolución que
luego ningún país occidental implementaría, al contrario que los Estados y los
bancos centrales occidentales, los chinos no tomaron medidas económicas
radicales para paliar los efectos económicos de la epidemia, no pusieron a
funcionar la máquina de hacer billetes. China podía resistir, no estaba
endeudada hasta las cejas y se había estado aprovisionando de grandes
cantidades de oro desde 2016. Dejaron que las acciones de las empresas cayeran
y aprovecharon para hacerse con el control de las empresas occidentales
instaladas en su país. Exactamente lo mismo han hecho y están haciendo en el
resto del mundo, precisamente por eso, por ejemplo, el Gobierno de España tomó
medidas para que “fondos extranjeros” no pudieran hacerse con algunas empresas
senyeras españolas. Mientras los comercios de Europa están cerrados, China
sigue vendiendo on line a los europeos encerrados en sus casas y el día 27 de
este mes su más importante portal comenzará una campaña comercial aún más
agresiva. China ha conquistado el mundo sin tirar un solo tiro.
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