El debate en Atresmedia era la
segunda oportunidad, la definitiva, para ganarse al electorado. No podía haber
errores y había que cuidar todos detalles y pulir los fallos de la noche
anterior. Pablo Iglesias llegaba a las instalaciones de esa cadena de TV en
taxi, al contrario que sus tres contrincantes, que lo hacían en coche de lujo
oficial. “Hemos estado con los taxistas y sus familias contra los buitres y
quería tener este gesto con ellos hoy” manifestaba Iglesias cuando se bajaba
del taxi. Esto promete, me dije, ahora solo hace falta que Ana Pastor y Vicente
Vallés, periodistas de reconocido prestigio, pongan en dificultades a los candidatos
y los saquen de su discurso, el discurso que traen aprendido de sus sedes. No sería así. Pedro
Sánchez, convertido en muñeco del pim, pam, pum en el debate anterior, todavía
lo podía ser aún más en este y Rivera, una vez agotada la ubre de votos
socialistas desde que se metió en la misma cama que Vox, tenía que exprimir la
del PP, no le quedaba otra. La lucha de Iglesias tendría que ser convencer a
sus votantes, encandilarlos, para que esta vez no se quedaran en casa. No
cabían errores de principiantes en la puesta en escena y en el marketing
político. Sánchez llevaba esta vez el traje, la camisa y la corbata que, por
sus colores, está demostrado dan más votos, porque el traje gris cobalto, casi
negro, la camisa blanca y la corbata rojo-grana son los que dan más empaque de
estadista al personaje que los viste. Iglesias ya no iba a cometer el error de
la noche anterior, ya no metería la mano en el bolsillo del pantalón, el
bolígrafo entre los dedos tenía que ser suficiente para calmar los nervios.
Empieza la fiesta:
Iglesias, en ese tono paternal,
casi monacal, que ha adquirido desde que ha sido padre, reprende a los
candidatos de las derechas por llamar a Sánchez mentiroso, al tiempo que el
candidato socialista dice que Casado y Rivera son los que mienten cuando dicen
que ha pactado con los independentistas catalanes y con Bildu. El presidente del Gobierno y el líder de su
mayor apoyo parlamentario se reparten los papeles y, como entre bomberos, no se
pisan las mangueras. Aunque Iglesias sigue tirando alguna puya de vez en cuando
a Sánchez, cada vez es más inverosímil un Gobierno PSOE-Ciudadanos. Rivera ha
quemado sus naves y Sánchez se queja de que le haya puesto un cordón sanitario
a él y no a Vox. Si echáramos la vista atrás hace no mucho tiempo no nos
creeríamos lo que vemos ahora ¿Alguien recuerda a un Pedro Sánchez, que había
pactado un Gobierno con Rivera, pidiendo en el Congreso de los Diputados un
cheque en blanco a Podemos e IU para que lo invistieran presidente? ¿Alguien se
acuerda de un Pablo Iglesias espetando a Sánchez que los poderes fácticos le
habían prohibido pactar con él y que tuviera cuidado con “el de la cal viva”? La
vida da muchas vueltas y el superviviente Sánchez sobrevivió finalmente gracias
al salvavidas de Unidos Podemos, y a la militancia socialista, por supuesto. Esta
vez no les voy a relatar aquí lo que dijeron unos y otros en el debate, porque,
lo han visto todos ustedes, es lo mismo que vienen diciendo desde hace meses. No
hubo ninguna sorpresa. Casado mejoró mucho, Iglesias contemporizó demasiado,
Sánchez, mejor que la noche anterior, se defendió como pudo y Rivera, que fue
convencido falsamente de que había sido el ganador la noche anterior y que solo
sobresale cuando habla de lo que pasa en Cataluña, se desinfló por completo. Para
mí ninguno de ellos ganó claramente. Junto al recurrido asunto catalán,
llegaron los otros dos asuntos donde los cuatro candidatos hacen agua, aunque,
eso sí, unos más que otros, me refiero a la violencia de género y a la inmigración.
Entonces salieron a relucir las bobadas, como pensar que los inmigrantes llegan
mayoritariamente por el estrecho de Gibraltar y no por Barajas y la Junquera,
querer sustituir la ley de violencia de género por una ley de violencia
machista y decir que tienen que mejorar las vallas de Ceuta y Melilla, en vez
de quitar financiación y ayudas de todo tipo a la inmigración irregular y a las
ONGs que colaboran con las mafias del tráfico de personas. Mientras en las
redes sociales la ultraderecha pone a cuatro loros en una imagen, Abascal llenaba
otra plaza de toros. Cuatro mariachis discutiendo al borde mismo del precipicio
mientras Vox dice lo que mucha gente piensa y mientras Vox piensa muchas cosas que
no dice a la gente ¿para qué necesitaban estar en el debate? Atentos.
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