Recordará usted como nos
bombardearon, antes de bombardear a las tropas del Ejército Libio, los medios
de comunicación occidentales para convencernos de que había que ir a la guerra
en Libia “para poner allí la democracia”. Yo recuerdo perfectamente las cosas
que nos decían y aquellos artículos y editoriales escritos por los que hace ya
tiempo que, en este asunto, están escondidos debajo de las piedras ¿Cómo pueden
justificar ahora que no solo no llevaron a Libia la democracia, convirtieron
aquel país, que era el de mayor renta
per cápita y el de mayor esperanza de vida de África, solo superado por las
ciudades españolas de Ceuta y Melilla y por las Islas Canarias, en un infierno
para los libios, para los casi dos millones de inmigrantes subsaharianos que
trabajaban allí y en feudo del Estado Islámico, otros grupos terroristas y los
señores de la guerra. Pues bien, cuando ahora hay acontecimientos en Libia que
van en sentido contrario a los deseos imperiales, poco o nada informan los
medios de lo que sucede allí y los ciudadanos, como el coronel de la conocida novela de García Márquez, no tienen quien les escriba y les hable del asunto, o casi:
Saif al Islam Gaddafi, un
arquitecto que habla cuatro idiomas, es el segundo hijo varón del líder salvajemente
asesinado por los yihadistas que apoyó la OTAN, tres de sus hermanos murieron
en la agresión imperialista y cuatro tuvieron que huir con su madre, Safia, a
Níger y Argelia para salvar sus vidas. Saif fue el que más se implicó en la
defensa del régimen de su padre y no huyó, estuvo al pie del cañón hasta que
fue apresado y condenado a muerte. Estuvo en prisión varios años a la espera de
que se ejecutara la pena que pesaba contra él, pero, finalmente fue liberado el
12 de abril de 2.016 y ahora ejerce de líder de una gran parte de los libios, ha
vuelto a enarbolar la bandera del Movimiento Verde y quiere reimplantar la “Jamahiriya”
el socialismo islámico del antiguo régimen. Hace unos meses Saif al Islam Gaddafi
se dirigió por carta al presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin,
pidiéndole ayuda. Mientras estas cosas sucedían en Libia, en otro escenario
aparentemente inconexo con la secuencia de los acontecimientos, era asesinado el
periodista Jamal Khashoggi en la embajada saudí en Estambul, algo que enfadó
mucho a los EE UU, no porque los saudíes hicieran algo así, sino porque
Khashoggi, que había tenido una estrecha relación con Bin Laden, trabajaba para
la CIA. Todo el mundo responsabilizó de este asesinato a Mohamaad Bin Salman,
alias “el hombre más peligroso del mundo”, príncipe heredero y ojo derecho de
su padre el rey de Arabia Saudí y patriarca de la familia Saud. Hete aquí que en la última reunión del G-20,
mientras los líderes asistentes miraban de reojo a Salman, este y Putin, muy
sonrientes, hacían chocar sus manos ante la estupefacción de todos. Nadie pudo
entender aquello, cuando las cosas que había hecho el príncipe heredero y
ministro de Defensa saudí en Siria y en Yemen no gustaron nada al Kremlin. Pero,
el presidente ruso es un corredor de fondo y tampoco nadie entendió en su día
que, después del SU-24 ruso derribado por los turcos en Siria, Rusia fuera el
primer país en condenar el intento de golpe de estado contra Erdogán. Luego Turquía
apoyaría a Rusia en Siria y compraría los misiles rusos S-400 enfadando a
Washington e iniciando una deriva sorprendente.
Otra vez cientos de vehículos 4X4
Toyota artillados entregados gentilmente por Arabia Saudí atestan las carreteras
libias, pero ahora no van subidos en ellos los yihadistas. Se dirigen a
Trípoli, la capital, donde al gobierno títere impuesto por la OTAN le quedan
dos telediarios. Mientras los EE UU repatrian aprisa y corriendo al personal de
su embajada, el mariscal de campo, Jalifa Hafter, uno de los que ayudaron al
coronel Al Gaddafi a derrocar al rey Ydris, lidera las tropas del Ejército
Nacional Libio (LNA) que rodean la capital. Hafter habló por teléfono el sábado
6 de este mes, ayer cuando escribo estas líneas, con el Kremlin para comentar
con los rusos algunos pormenores. Seguramente muchos se van a quedar con cara
de tontos.
FOTO 1: Saif al Islam Gaddafi hace el signo de la victoria.FOTO 2: El mariscal de campo, Jalifa Hafter, con el ministro ruso de Exteriores, Lavrov.
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