El día 23 de este mes, cinco días
antes de que los españoles pasen por las urnas, habrá un debate televisivo
entre los cinco principales candidatos, los líderes del
PSOE-PP-Ciudadanos-Unidas Podemos y Vox. El único debate donde se enfrentarán
los grandes espadas se va a producir en una cadena de televisión privada por
expreso deseo del asesor de Pedro Sánchez, el mismo que le dijo que presentara
una moción de censura contra Rajoy y que, a pesar de tener solo 84 diputados,
la ganaría. Según los estatutos de RTVE, si el debate hubiera sido en la
televisión pública no estaría Vox, porque la ultraderecha no tiene
representación parlamentaria, y eso no interesa al PSOE, pues Pedro Sánchez lo
que quiere es que los españoles visualicen quienes son su alternativa. La jugada puede salir bien, pero también
tiene sus riesgos, no solo para el PSOE, también para los demás, pues el líder
de Vox, utilizando los mismos argumentos dialécticos que utiliza la
ultraderecha en Europa, podría comérselos a todos con patatas. Acabamos de ver
lo que ha pasado en las elecciones finlandesas y esta misma película, esta
misma secuencia de acontecimientos, ya la hemos visto en otras partes, siempre
con el mismo telón de fondo, una tesis que la ultraderecha está utilizando
inteligentemente: el problema de la inmigración irregular masiva. Salpimentado
con algunas bobadas, como eliminar las autonomías y bajar los impuestos a todo
el mundo, el problema de la inmigración es la base argumental de Vox, como de
toda la ultraderecha europea, no necesitan otra, como no necesitaron otra los
partidarios del Brexit. Esto es tan verdad como que en los países de Europa
donde la inmigración es muy pequeña la ultraderecha no se come un rosco o ha
ganado precisamente por eso, por poner vallas y al ejército en sus fronteras,
como en el caso de Hungría. Atentos a este asunto.
A mí me parece que ya he visto
ese debate, ya he visto a las derechas atacar a Pedro Sánchez utilizando para
ello el problema de Cataluña y la supuesta connivencia del presidente del
Gobierno con Bildu, los herederos de ETA, y ya he visto a Pedro Sánchez
responder que tiene la mano tendida a la negociación sobre la base de la Ley y
la Constitución, que no le temblará el pulso si le obligan a aplicar otra vez el
artículo 155 y que le enseñen ese pacto con Bildu. Yo ya he visto atacar a Pablo
Iglesias por lo de su chalé y a este defenderse contraatacando con el espionaje
y la trama en busca de pruebas falsas del Gobierno del PP contra la formación
morada. Mientras los verdaderos problemas de los españoles están pendientes de resolver
y los políticos, todos, huyen de ellos como del agua hirviendo mucho me temo
que esas cuestiones centrarán el debate. Sin embargo, esta vez puede haber
alguna sorpresa, porque el formato del debate va a ser distinto. Y las
sorpresas en los debates a pocos días de las elecciones las carga el diablo,
sobre todo si son televisados, donde el lenguaje no verbal es inmisericorde con
los que mienten o no son convincentes. Esta vez el debate será un especial del
programa La Brújula, dirigido y presentado por Juan Ramón Lucas, y serán los
periodistas Ana Pastor y Vicente Vallés los encargados de preguntar y ¡ojo!
repreguntar (esta es la novedad) a los que traerán de casa hecho el guion de lo
que deben, o no, decir. El cuarto poder tiene en realidad poco poder,
porque depende mucho de los otros poderes, pero cuando tienes a algún
periodista dispuesto a jugarse el tipo nunca lo tienes todo controlado ¡Cuidado!
Yo apostaría una mariscada del Cantábrico
a que ninguno de esos cinco líderes políticos va a tratar los principales
problemas de España, entre ellos tienen un acuerdo tácito para no hacerlo, para
no meterse en ese zancocho ¿Alguien se va a atrever a decir que el tabaquismo
mata a 58.000 personas al año en España, mil veces más que la violencia de
género y que no se combate? ¿alguien va a decir que piensa entrar a saco contra
la economía sumergida y el fraude fiscal, el 23% del PIB, unos brutales 80.000
millones de euros al año? ¿alguien piensa hablar de la estratosférica Deuda que
pagarán nuestros hijos y nietos cuando su discurso es que van a bajar los
impuestos? Veremos.
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