Desde la puesta en marcha del
modelo 720 para la declaración de bienes en el extranjero, Hacienda ha
manifestado que han aflorado casi 141.000 millones de euros, pero que supone
que solo es una pequeña parte del dinero que algunos españoles sacaron del país
sin declarar.
A pesar de que la medida puesta
en marcha por el Gobierno del PP ofrece condiciones muy ventajosas para lavar
dinero negro y una carga fiscal muy pequeña, todavía hay miles de cuentas en
paraísos fiscales, como demostraron los papeles de Suiza y Panamá. Mientras
millones de españoles lo están pasando mal y mientras ya nos anuncian con la
boca pequeña mas recortes una vez pasadas las elecciones del 26 de junio, los
ricos tienen fuera del país cantidades astronómicas de dinero que no ha
tributado y cuya procedencia no es lícita o no ha transitado por los cauces
legales. No es ninguna novedad que son los trabajadores y las clases mas desfavorecidas
los que mas aportan en un país donde los millonarios han crecido un 40% en los
últimos años, y a algunos de ellos hasta les devuelve dinero Hacienda, pero es precisamente
a esa inmensa mayoría de españoles a la que unos miles de sinvergüenzas, con la
complicidad del poder político establecido, lleva años tomándoles el pelo. Es esa
inmensa mayoría, la misma que aprobó con ilusión, en referéndum nacional, una Constitución
el seis de diciembre de 1.978, una Carta Magna que, por encima de derechos y
deberes, consagra que la soberanía reside en el Pueblo (artículo 1, párrafo 2) la
que debe dar un puñetazo encima de la mesa el 26 de junio y decir basta, porque
la democracia, por la que tantos lucharon y se sacrificaron, no consiste en
pasar por las urnas cada cierto tiempo, la democracia, como nos enseñaron los
griegos, es el poder del Pueblo, no de un puñado de ladrones y sátrapas.
España es uno de los países del
mundo donde mas ha crecido la desigualdad social, no solo porque los ricos son
cada vez mas ricos, sobre todo porque los pobres son cada vez mas pobres. Pero,
el poder ha cometido un error, un tremendo error, ha laminado a la clase media,
a esos millones de españoles de pensamiento pequeño burgués que constituían el
centro político. Una gran masa de ciudadanos españoles han sido proletarizados
y han perdido sus profesiones liberales y sus pequeños comercios y
explotaciones, esa gran masa ha pasado a engrosar el enorme ejército de casi pobres
que tienen dificultades para llegar a fin de mes o que no se pueden permitir
siquiera tomar una semana de vacaciones al año. Todavía no han llegado a la
situación de miles de familias que no pueden tan siquiera dar una alimentación
adecuada a sus hijos, pero, objetivamente, ya son sus aliados estratégicos y
políticos.
No habrá ningún cambio en España
si este no es radical, porque así lo exigen las circunstancias socio-económicas
actuales. Y en el horizonte solo se ve una fuerza política capaz de realizarlo,
por eso contra ella se ha formado una santa alianza, tácita o explícita, donde
todos los que están contentos con lo que está sucediendo y son responsables de
ello forman una piña. Los españoles tendrán que decidir el 26 de junio si
prefieren que un puñado de ricos y sus protectores les sigan robando o si, por el contrario, piensan utilizar como instrumento de su indignación a esa
fuerza política objeto de las iras y las fobias de los poderosos y de los que
siempre han tenido la sartén por el mango. Todo tiene sus riesgos y sus
inconvenientes, es cierto, pero ya sabe usted lo que se dice al que quiere
coger peces.
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