
El otro día hice un ejercicio muy
práctico, apunté en un folio la gente que conozco, amigos, familiares y
vecinos, y luego fui señalando quienes trabajaban y quienes no, el resultado
daba miedo. Lo peor es que esta estadística de andar por casa es perfectamente
extrapolable a mi ciudad, a mi comunidad autónoma o al conjunto del Estado.
Cuando estábamos en plena fiesta
y, merced al pelotazo financiero-inmobiliario, España crecía por encima del 3%,
la gente sensata ya veía con preocupación algunas cosas que sucedían a nuestro
alrededor: cientos de miles de prejubilados, proliferación de pensiones no
contributivas, despilfarros en obras públicas faraónicas no imprescindibles, de
difícil y costoso mantenimiento, etc. Pero, si hoy hiciéramos un mapa social de
España nos encontraríamos con que solo hay menos de 11 millones de trabajadores
que producen vienes, menos de 16 millones si incluimos los servicios (sumando
también los funcionarios) para dar sustento a una población de casi 50 millones
de habitantes. Es lógico que el conjunto de la sociedad vele, faltaría más, por
los ancianos, después de una larga vida laboral, y, como los niños, tengan sus
necesidades cubiertas. Pensiones, educación, sanidad, deberían ser intocables,
pero, no me refiero a esos, sino a la pléyade de individuos o de colectivos que
nos parasitan y que acabarán por asfixiarnos. Pongamos algunos ejemplos: ¿Cómo es posible
que existan en España 3 millones de pensiones de invalidez? ¿Cómo es posible
que existan medio millón de pensiones no contributivas (que no han cotizado) ¿Cómo
es posible que existan colectivos enteros, alguno de cerca de un millón de
personas, que crece al cuádruple del resto de la población, como el de los
gitanos, que viven en su inmensa mayoría sin trabajar? ¿cómo es posible que vivan
en España tres millones de inmigrantes indocumentados, que no cotizan, ni pagan
impuestos directos, pero que tienen ingresos, incluidos los sociales y
disfrutan de educación y sanidad públicas gratuitas?.
Cuando se debate la problemática
social y su proyección en el futuro siempre sale a relucir que el actual
sistema capitalista está en su fase final y que ya son evidentes algunas de sus
contradicciones, pero, deberíamos ser conscientes también que en ningún
sistema político-económico es sostenible una sociedad como la española, porque
no existe capacidad de producir bienes y servicios y de generar ingresos
suficientes para mantener a tanta gente. Cada día será mas difícil preservar el
sistema de pensiones, la sanidad pública y unos salarios dignos, porque hay un
ejército improductivo que presiona en sentido contrario. Lo progresista es
advertirlo e intentar atajarlo.
A la insostenibilidad económica
hay que añadir la política, con unos partidos incapaces de dar respuesta a los
retos actuales, territorial, con CC AA que quieren dinamitar el Estado, o
moral, donde la relativización de los comportamientos y utilidad de las
tácticas lo justifica todo.
Francamente, lo tenemos muy
difícil.
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