
Los ciudadanos griegos asisten estupefactos a las draconianas medidas que el gobierno del socialista Papandreu, presionado por la UE y el FMI, está poniendo en marcha. Mas del 80 % de la gente está en contra de un paquete de iniciativas que van a empobrecer a la inmensa mayoría, pero ahora que el agua, las deudas, llegan hasta el cuello, solo cabe llorar. Los helenos estaban hartos de las fechorías del Gobierno conservador, entre las que sobresalió la inacción contra los pirómanos que han dejado Grecia como un erial. Recientemente habían vuelto, a pesar de los disgustos del pasado, su mirada hacia el PASOK, no se imaginaban lo que el futuro inmediato les aguardaba.
En Grecia, como en España, la heterodoxia política y económica, son norma. Todo el mundo sabía que las cifras macroeconómicas necesarias para la convergencia con Europa y la entrada en la moneda única estaban cocinadas en los despachos de los gobernantes irresponsables, lisa y llanamente, Grecia no estaba en condiciones, ni de lejos, para adoptar el Euro. El oportunismo político y la falta de rigor económico siempre acaban pasando factura, en este caso no se exigió el cumplimiento estricto de los criterios de convergencia, pero Bruselas también llevaba mucho tiempo siendo demasiado condescendiente con el déficit de algunos otros países, el estallido de la crisis puso en evidencia la falta de voluntad y de capacidad de las instituciones económicas europeas para embridar las cuentas de los Estados miembros.
Aunque dicen que los experimentos mejor con gaseosa, los helenos van a ver como se prueban en sus carnes las recetas "neocon" para salir de la crisis. A la hora de intentar resolver el drama en que se ha sumido a millones de ciudadanos, hay quien parece no dar importancia a quienes fueron, con sus políticas, los que crearon el caldo de cultivo para que pudiera estallar la burbuja inmobiliaria y financiera, los que jugaron a debilitar los Estados y a sacrificarlo todo en el altar del mercado. Es un error manifestar que no es relevante que los trabajadores argumenten que no han sido ellos, lo es porque son precisamente los mismos que con su nefasta gestión nos han traído hasta este estado de cosas los que, con las mas rancias recetas de la derecha mas cavernícola, prometen, con la boca pequeña, eso sí, sacarnos ahora las castañas del fuego. Ni ellos ni las políticas que defienden tienen la mas mínima credibilidad. Llegar al meollo del problema es cuestionar el propio sistema, pocos se atreven a hacerlo, pero de la misma forma que si se suben los impuestos a los ricos estos se van a otra parte, el sistema impone que sean fundamentalmente los asalariados los que siempre se sacrifiquen, de hecho, ni el dinero ha desaparecido ni ha cambiado de manos, es mas, para muchos millonarios la crisis es una oportunidad para multiplicarlo.
¿Hay alguien, en su sano juicio, que piense que abaratando el despido, elevando la edad de jubilación y subiendo los impuestos indirectos y, en consecuencia, detrayendo el consumo, por ejemplo, se van a crear las condiciones para el resurgir de la actividad económica, imprescindible para encarar la crisis?. Estamos de acuerdo en que lo primero que hay que hacer es cuadrar las cuentas del Estado, pero no a costa de poner mas peso sobre las espaldas de los que las sustentan. Cuando cientos de miles de personas, muchas con ingresos procedentes de la economía sumergida, reciben pensiones no contributivas o salarios sociales y millones acceden, sin cotizar y gratis total, al caro sistema público de salud, cuando se ha puesto en marcha una ley de dependencia que pone en grave riesgo los recursos de las CCAA, cuando se ha suprimido el impuesto sobre el patrimonio, cuando, en fin, se gestiona con alegría el dinero de nuestros impuestos y nuestras cotizaciones, no se tiene autoridad moral para exigir más a la gente.
Zapatero, utilizando el símil pugilístico, esta grogi, pero, como en la fábula de los ratones, el barbicano Rajoy tampoco dice como piensa poner el cascabel al gato de la crisis, seguramente ambos están a la espera de ver el desenlace de la "Tragedia Giega", tienen la esperanza de que la inyección de más de 110.000 millones de euros, de los que España pondrá 10.000 que no tiene, surta efecto y se pueda poner como ejemplo a seguir. Si se salva a Grecia crucificando a sus trabajadores, salvemos España empalando a los nuestros.
En Grecia, como en España, la heterodoxia política y económica, son norma. Todo el mundo sabía que las cifras macroeconómicas necesarias para la convergencia con Europa y la entrada en la moneda única estaban cocinadas en los despachos de los gobernantes irresponsables, lisa y llanamente, Grecia no estaba en condiciones, ni de lejos, para adoptar el Euro. El oportunismo político y la falta de rigor económico siempre acaban pasando factura, en este caso no se exigió el cumplimiento estricto de los criterios de convergencia, pero Bruselas también llevaba mucho tiempo siendo demasiado condescendiente con el déficit de algunos otros países, el estallido de la crisis puso en evidencia la falta de voluntad y de capacidad de las instituciones económicas europeas para embridar las cuentas de los Estados miembros.
Aunque dicen que los experimentos mejor con gaseosa, los helenos van a ver como se prueban en sus carnes las recetas "neocon" para salir de la crisis. A la hora de intentar resolver el drama en que se ha sumido a millones de ciudadanos, hay quien parece no dar importancia a quienes fueron, con sus políticas, los que crearon el caldo de cultivo para que pudiera estallar la burbuja inmobiliaria y financiera, los que jugaron a debilitar los Estados y a sacrificarlo todo en el altar del mercado. Es un error manifestar que no es relevante que los trabajadores argumenten que no han sido ellos, lo es porque son precisamente los mismos que con su nefasta gestión nos han traído hasta este estado de cosas los que, con las mas rancias recetas de la derecha mas cavernícola, prometen, con la boca pequeña, eso sí, sacarnos ahora las castañas del fuego. Ni ellos ni las políticas que defienden tienen la mas mínima credibilidad. Llegar al meollo del problema es cuestionar el propio sistema, pocos se atreven a hacerlo, pero de la misma forma que si se suben los impuestos a los ricos estos se van a otra parte, el sistema impone que sean fundamentalmente los asalariados los que siempre se sacrifiquen, de hecho, ni el dinero ha desaparecido ni ha cambiado de manos, es mas, para muchos millonarios la crisis es una oportunidad para multiplicarlo.
¿Hay alguien, en su sano juicio, que piense que abaratando el despido, elevando la edad de jubilación y subiendo los impuestos indirectos y, en consecuencia, detrayendo el consumo, por ejemplo, se van a crear las condiciones para el resurgir de la actividad económica, imprescindible para encarar la crisis?. Estamos de acuerdo en que lo primero que hay que hacer es cuadrar las cuentas del Estado, pero no a costa de poner mas peso sobre las espaldas de los que las sustentan. Cuando cientos de miles de personas, muchas con ingresos procedentes de la economía sumergida, reciben pensiones no contributivas o salarios sociales y millones acceden, sin cotizar y gratis total, al caro sistema público de salud, cuando se ha puesto en marcha una ley de dependencia que pone en grave riesgo los recursos de las CCAA, cuando se ha suprimido el impuesto sobre el patrimonio, cuando, en fin, se gestiona con alegría el dinero de nuestros impuestos y nuestras cotizaciones, no se tiene autoridad moral para exigir más a la gente.
Zapatero, utilizando el símil pugilístico, esta grogi, pero, como en la fábula de los ratones, el barbicano Rajoy tampoco dice como piensa poner el cascabel al gato de la crisis, seguramente ambos están a la espera de ver el desenlace de la "Tragedia Giega", tienen la esperanza de que la inyección de más de 110.000 millones de euros, de los que España pondrá 10.000 que no tiene, surta efecto y se pueda poner como ejemplo a seguir. Si se salva a Grecia crucificando a sus trabajadores, salvemos España empalando a los nuestros.
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