
Tal parece que esta zona del mundo atrajera los desastres. Muy cerca, en Yucatán, hace 65 millones de años cayó un meteorito que asoló la Tierra. Hoy la muerte no llega del espacio sideral, hemos sido nosotros, los humanos, los que la hemos propiciado. De la misma manera que la izquierda no ha sabido sobreponerse a la caída del Muro de Berlín y la desaparición del Bloque Socialista, el movimiento ecologista lleva bastantes años despistado en el asunto de la generación de energía. El Planeta agoniza, no hay mas que levantar la vista para verlo, la Tierra solo podrá soportar a mas de 7.000 millones de personas si no se despilfarran los recursos y si se acomete una revolución global donde el problema de la energía, principal amenaza, tenga una solución inteligente. Durante mucho tiempo el movimiento verde y los ecologistas se enfrentaron a la proliferación de la energía nuclear, algunos accidentes, como el de la Isla de las Tres Millas o el de Chernóbil, sirvieron para validar sus argumentos. Sin embargo han sido los combustibles fósiles, el carbón y los hidrocarburos, los que, con el cambio climático y los vertidos, nos han puesto al borde del precipicio. Se minimizan las emisiones de dióxido de carbono de las centrales electrotérmicas o enseguida se pasa página sobre desastres medioambientales gravísimos, como el del buque tanque "Sinclair Petrolore" que el 6 de Diciembre de 1.960 explota y se hunde frente a las costas de Brasil derramando las 60.000 toneladas de crudo que porta, como el del superpetrolero "Torrey Canyon" de 120.000 toneladas, que el 18 de marzo de 1.967 golpeó contra los arrecifes de Seven Stones (Inglaterra) provocando una gran marea negra que asoló las bahías, ensenadas y playas del sur de Gran Bretaña y del Oeste de Francia, como el accidente del "Métula", que el 9 de Agosto de 1.970 embarrancaba en el Estrecho de Magallanes perdiendo 53.000 toneladas de petróleo y arruinando 150 kilómetros de costa chilena, como el naufragio del "Urquiola", el 12 de Mayo de 1.976, en el canal de entrada del puerto de La Coruña, como los desastres del "Amoco Cádiz", del "Andros Patria", del "Atlantic Empress", del "Exxon Valdez", que en Marzo de 1.989 cubrió las costas de Alaska con una gruesa capa viscosa, como, en fin, el hundimiento del "Prestige", de cercanos y desagradables recuerdos para todos. Son cientos los casos de naufragios de petroleros, con los consiguientes desastres medioambientales, que no podemos enumerar aquí para no aburrir o poner con demasiada mala leche al lector concienciado. Tampoco es la primera vez que una plataforma petrolífera hace de las suyas, los EE UU, sin ir mas lejos, ya padecieron el accidente que el 28 de Enero de 1.969 sufrió un pozo instalado frente a la costa de California, contaminando una extensa zona del canal de Santa Bárbara. No parece, sin embargo, que muchos ecologistas se tomen estas cosas demasiado a pecho.
Lo que está sucediendo con el pozo que explotaba BP es la gota que debe colmar el vaso. Miles de toneladas de crudo salen a diario por un agujero en el fondo marino que nadie sabe cuando se va a taponar. Hay gente a la que no importa demasiado que desaparezcan especies que ya están al borde mismo de la extinción, como el bocarte del Cantábrico (es una irresponsabilidad la actual autorización de su pesca), nuestras anguilas (se debería prohibir la pesca de la angula) o el atún rojo, que se masacra en el Mediterráneo para deleite de los japoneses, o que apuestan por las incineradoras de basuras, esos mirarán condescendientes a los pobres pelícanos del delta del Misisipi pringados de petróleo, preámbulo de una muerte tras larga y cruel agonía. ¿Ha visto usted desde el aire como queda un monte tras la instalación de un parque eólico?, pues en Asturias nos van a poner un montón. Hay que desterrar algunos prejuicios y contemplar la energía nuclear de última generación como la alternativa a los combustibles fósiles y como el complemento imprescindible del uso racional de las renovables.
Lo que está sucediendo con el pozo que explotaba BP es la gota que debe colmar el vaso. Miles de toneladas de crudo salen a diario por un agujero en el fondo marino que nadie sabe cuando se va a taponar. Hay gente a la que no importa demasiado que desaparezcan especies que ya están al borde mismo de la extinción, como el bocarte del Cantábrico (es una irresponsabilidad la actual autorización de su pesca), nuestras anguilas (se debería prohibir la pesca de la angula) o el atún rojo, que se masacra en el Mediterráneo para deleite de los japoneses, o que apuestan por las incineradoras de basuras, esos mirarán condescendientes a los pobres pelícanos del delta del Misisipi pringados de petróleo, preámbulo de una muerte tras larga y cruel agonía. ¿Ha visto usted desde el aire como queda un monte tras la instalación de un parque eólico?, pues en Asturias nos van a poner un montón. Hay que desterrar algunos prejuicios y contemplar la energía nuclear de última generación como la alternativa a los combustibles fósiles y como el complemento imprescindible del uso racional de las renovables.
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