A mí me gusta mucho el cine,
incluso algunas películas cuya calidad deja mucho que desear, pero con las que
me he reído ¿Quién no se acuerda, por ejemplo, de las películas de Alfredo
Landa, lo que se dio en llamar el “landismo”, malas a rabiar, pero que te
hacían pasar un buen rato? Las películas que más me gustan, evidentemente, son esas obras
maestras del cine, esas historias que emocionan, que te hacen llorar y que a
veces están protagonizadas por los mismos actores que trabajaban en las malas
películas, como el mismo Alfredo Landa en “Los santos inocentes”, por esos
actores que, en realidad, eran unos “monstruos” por descubrir. La verdad es que ahora voy poco al cine, la mayoría de las películas ni me divierten
ni tampoco son obras maestras, pero estos días, aprovechando la “Fiesta del
cine” y que las entradas eran baratas, fui a ver dos, una era “Ad Astra”,
protagonizada por Brad Pitt, mala y aburrida, a la que solo salvan los efectos
especiales, y la otra “Joker”, una obra maestra a la que uno ya no estaba
acostumbrado. Hace mucho tiempo que yo no veía a la gente aplaudir al final de
una proyección. Yo no me atrevo a calificar a este magnífico film sobre el que
ya están corriendo ríos de tinta, ni siquiera a encasillarlo en ningún género. Memorable,
espectacular y genial la actuación del actor puertorriqueño, Joaquín Phoenix,
sobre cuyo trabajo descansa todo el peso del relato. Unos hablan ya de una
conspiración para demonizar a los que se rebelan contra las tiranías sociales,
haciéndolos aparecer como locos, y otros dicen que será una película muy
premiada, pero maldita, porque, descarnadamente, enseña la cara oculta del
capitalismo en los EE UU. Lo que le garantizo es que no le dejará indiferente y
que se acordará de este payaso durante mucho tiempo, ja, ja, ja,
ja.
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