Todavía no sabemos si tendremos
finalmente Gobierno, qué Gobierno tendremos, si lo tenemos, o si vamos a ir a
otras elecciones, lo que sí sabemos son los resultados de los últimos comicios
y que la ultraderecha ha obtenido nada menos que 52 diputados. Seguramente el
fracaso de las previsiones electorales que tenía el PSOE y, en general, la
pérdida de escaños de las izquierdas, ha puesto nerviosa a mucha gente y ha
precipitado un acuerdo en muy pocas horas, un acuerdo que no se pudo firmar
hace meses, cuando la situación política y parlamentaria de los que ahora han
escenificado su rúbrica era bastante mejor. Yo creo que el “logro” de Vox de
más que duplicar sus escaños ha tenido mucho que ver en que el acuerdo entre el
PSOE y UP se cerrara a toda prisa. Entrecomillo lo del “logro” porque estoy
completamente convencido de que la ultraderecha no crece tanto debido a su buen
hacer como al mal hacer de las izquierdas, sea en España, sea en Europa. Se
está hablando ya de poner un “cordón sanitario” a la extrema derecha, pero
están pensando qué eufemismo poner a eso que no sea este. El “cordón sanitario”,
o llámenlo como quieran, puede incluir que la tercera fuerza política del país
no tenga representación en la mesa del Congreso de los Diputados, aunque esta
vez va a ser muy difícil meter a 52 diputados en el “gallinero” del Parlamento.
Si algunos piensan que obviando las cuestiones y escondiendo los asuntos, cual
avestruz, se van a solucionar los problemas, como el del ascenso de la
ultraderecha, lo llevan claro. Estamos empezando a escuchar de forma repetitiva
un nuevo relato (para convencer a la gente siempre hay que establecer una
narración, una crónica o un cuento) este relato dice que había un consenso
social en torno a algunas cuestiones y que la ultraderecha quiere romper ese
consenso social, al que los de Vox califican de discurso “progre”, un discurso
que también han acabado haciendo suyo otras
fuerzas políticas de la derecha. Si
verdaderamente hubiera un consenso social en torno a algunas cuestiones
sobradamente conocidas no tendríamos de qué preocuparnos, si eso fuera así la
ultraderecha no tendría ninguna posibilidad de medrar, el problema es si en
realidad no hay ese consenso social, solo un consenso entre las élites de los
partidos políticos. Es decir, la lucha entre la ultraderecha y los que la
quieren aislar no es tanto una lucha política (yo no he visto que ataquen a Vox
por sus propuestas económicas, por ejemplo) como una lucha cultural. Hace muy
poco tiempo Pablo Iglesias, con razón, pedía respeto de forma reiterada para
los cerca de cuatro millones de votantes de UP, que ahora, por cierto, ya son
unos cientos de miles menos, pero ese respeto que pedía no parece que sea
extensible a otras fuerzas políticas como Vox, al que han votado en las últimas elecciones 3.640.063 españoles ¿Son todos los que han votado a Vox “fachas”? yo
tengo mis dudas ¿Por qué Vox ha ganado en Murcia? ¿son la mayoría de murcianos
gentes de mal vivir y/o ultraderechistas? yo no lo creo. Algo se está haciendo
mal, y por eso crece la ultraderecha, pero atreverse a decir qué, después de
años tejiendo el actual relato, cuesta mucho trabajo, es más fácil intentar aislar
a la ultraderecha, incluso utilizando métodos antidemocráticos, no solo para
impedir que estén en la mesa del Congreso de los Diputados, también boicoteando
sus actos y sus mítines. Estas prácticas se quieren importar de Italia donde al
aquelarre de fuerzas políticas que Gobierna aquel país no se le ha ocurrido
otra cosa que crear un movimiento al que llaman “los sardinas”, se trata de
alborotadores para reventar los mítines de Salvini, porque, por mucho que lo
intenten evitar, las elecciones llegarán en Italia. A la ultraderecha se la
combate con argumentos, no con “cordones sanitarios” ni con escraches, el
problema es si no tenemos argumentos o nuestros argumentos no son consistentes
y hacen agua por todas partes, si es así, estamos perdidos.
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