El derribo del avión de ataque y
apoyo táctico ruso Suhkoi SU-24 por parte de Turquía, cuando el aparato
realizaba labores de reconocimiento previos a bombardeos selectivos, es un
incidente gravísimo que no debería causarnos sorpresa. Turquía hace mucho tiempo
que es enemiga de Rusia, solo hace falta ver la Historia. En Occidente mucha
gente no sabe, por ejemplo, que la crisis de los misiles en Cuba estuvo
precedida por el despliegue de misiles con cabeza nuclear de medio alcance
norteamericanos en Turquía, en la misma frontera con la desaparecida URSS. Las
fechorías otomanas han sido muchas y muy grandes en el pasado, como saben muy
bien los armenios y los serbios, entre otros pueblos, incluso fue un país
aliado de los nazis, pero sus desmanes continúan en el presente.
Todos sabíamos que los asesinos
del Estado Islámico, del Frente al Nusra y de las decenas de grupos yihadistas
que operan en Siria, entre ellos los turcomanos, estaban financiados por Arabia
saudí y Qatar, pero también que Turquía era el actor necesario e imprescindible para
sus acciones terroristas y para sus crímenes. Para darse cuenta de la
complicidad manifiesta entre Turquía y los yihadistas solo hace falta observar
que los atentados y ataques de estos grupos de fanáticos se producen casi a
diario en todos los países de la zona (Irak, Siria y Líbano) pero no en Turquía,
a no ser que vayan dirigidos contra la oposición del Gobierno de Erdogan, claro,
como la masacre que provocaron en una manifestación izquierdista y kurda en
plena campaña electoral. Por Turquía pasaban las armas y las vituallas para los
terroristas y por Turquía llegaban a Siria los yihadistas reclutados por toda
Europa. También, como no, salían por Turquía los casi dos millones de barriles
diarios que el ISIS introducía en el mercado mundial de petróleo.
Vladimir Putin, a pesar de que
era conocedor de todo esto, no se enfrentó a Turquía, porque el gigantesco
gaseoducto que iba a atravesar ese país para abastecer el Sur de Europa, sin
pasar por Ucrania, era una apuesta estratégica de enorme calado. Ese gaseoducto
es muy importante para Rusia, pero también para Turquía, porque generaría
cientos de miles de puestos de trabajo y grandes beneficios económicos. Por eso
se había hecho de tripas corazón.
Pero, el derribo del avión ruso
no tiene perdón de Dios, porque la coartada turca de que violó su espacio aéreo
es hipócrita y cínica. ¿No sabían perfectamente las autoridades turcas que el
avión ruso estaba operando contra los yihadistas y no contra Turquía? Aunque fuera
cierto que el SU-24 se hubiera adentrado unos centenares de metros en Turquía
¿tendría eso tanta importancia como para derribarlo? Los verdaderos amigos no
hacen esas cosas.
El lunes 23 de noviembre,
aprovechando su visita a Irán para asistir a la cumbre de países exportadores
de gas, el presidente ruso, Vladimir Putin, se entrevistó durante hora y media
con el líder supremo Alí Jamenei. Ambos estadistas hablaron largo y tendido
sobre el conflicto sirio y ante la insistencia de Putin de sumar mas aliados a
la lucha contra los yihadistas, como algunas potencias occidentales, Jordania,
etc, el Ayatolá Jamenei le dio un buen consejo: “amigo Putin, esa gente no son
de fiar y te pueden dar una puñalada en la espalda”. Exactamente eso, en las
mismas palabras del presidente ruso, es lo que ha hecho Turquía.
Pero, Vladimir Putin, desde que
le pegaban en la escuela por su baja estatura, siempre ha sabido reaccionar y
suele hacerlo contundentemente.
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