Quien me iba a decir a mí que después
de unos años tendría que volver a escribir un artículo con el mismo título y,
además, referido a casi lo mismo.
En plena campaña electoral en España
otra vez vuelve a salir la gente a la calle y otra vez se abre el mismo debate
que cuando José María Aznar envió tropas españolas a Irak bajo el pretexto de
las inexistentes armas de “destrucción masiva”. Ahora las imágenes que nos
asaltan son las de los atentados de París o de la Bruselas militarizada y antes
fue la “foto de las Azores”, pero todo se parece mucho, sobre todo en como se
vuelve a mentir.
Hay diferencias significativas en
las fuerzas políticas que ahora están detrás del slogan del “No a la Guerra”,
el PSOE, que ha firmado el Pacto Antihihadista, se ha descolgado, porque no
estima oportuno utilizarlo como arma electoral, como hizo hace unos años, al
estar convencido que ahora la opinión pública está mas mediatizada por los
belicistas. Craso error, porque aunque las manifestaciones que se están
produciendo en España aún no son demasiado importantes y en los diarios y los
foros sociales parecen mayoría los que, de repente, (hace unos meses, cuando el
ISIS rebanaba pescuezos de soldados prisioneros y periodistas, no decían ni
pío) sienten el prurito guerrero, hete aquí que el domingo 29 de noviembre el
diario “El Mundo” publica una demoledora encuesta, de Sigma Dos, donde se pone,
negro sobre blanco, que nada menos que el 54% de los españoles está contra la
guerra y solo un 35% a favor, cuando esto no ha hecho mas que empezar y las
consecuencias de las irresponsables medidas que siguen tomando los Gobiernos
occidentales aún no son debidamente valoradas por la opinión pública.
Hay algunas cosas que hay que
dejar bien claras: no es que los ciudadanos no sean plenamente conscientes del
peligro de los yihadistas y de que hay que acabar con el Estado Islámico, Al
Qaeda, el Frente al Nusra y todos esos grupos de criminales fanáticos que,
dicho sea de paso, han estado encubiertamente apoyados por Occidente y
financiado por los regímenes feudales árabes, en Libia, En Siria y en Irak,
sino que la gente no ve claros cuales son los verdaderos objetivos de los
Gobiernos y que se esperan obtener al final. Somos muchos los que no nos fiamos
de los que, bajo la coartada de la lucha contra el yihadismo, recortan
libertades, modifican las constituciones y apoyan a Gobiernos, como el de
Turquía, que derriba aviones de los que sí están dando hasta en el cielo de la
boca a los asesinos y lloran con lágrimas de cocodrilo ante los asesinatos de
manifestantes opositores y de periodistas díscolos. Que se prohíban hasta las
manifestaciones ecologistas en París ante la cumbre del cambio climático es un
signo inequívoco de que vamos por muy mal camino. Como dijo el gran
norteamericano Benjamin Franklin: “El que está dispuesto a sacrificar libertad por
seguridad no merece ni libertad ni seguridad”.
Francia, como hizo en su día en
Libia y quiso hacer en Siria, quiere arrastrar a la OTAN a una nueva guerra,
donde Libia, otra vez, sería el plato fuerte. Coquetearon con el monstruo para
acabar con Al Gaddafi, pero la cosa no salió bien, y ahora el Estado islámico
amenaza el imperialismo francés en el Magreb y en el Sahel. Los irresponsables que no cuenten conmigo.
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