
La reforma electoral que el PP
quiere aprobar en septiembre para intentar “salvar los muebles” en varios
ayuntamientos importantes, como el de Madrid y Valencia, se ha topado, como era
de esperar, con la oposición del resto de formaciones políticas, incluso de los
partidos nacionalistas ideológicamente afines, como el PNV y Convergencia y
Unió. Yo estoy completamente seguro que los populares sabían perfectamente que
su propuesta de máximos (donde no solo sería elegido alcalde el candidato de la
lista mas votada, también esa candidatura tendría, de forma automática, la
mitad mas uno de los concejales, es decir, mayoría absoluta) sería rechazada por
los partidos minoritarios, porque los condena a la marginación, y que el PSOE,
el colaborador necesario, tampoco estaría por la labor, porque el PP está
varios puntos por encima del Partido Socialista en todas las encuestas, por eso
existía un plan “B”, una buena moto que vender a los socialistas. La propuesta
que Rajoy va a hacer al nuevo secretario general socialista no es otra que la
segunda vuelta electoral para los comicios municipales, si en la primera ningún
partido obtiene mayoría absoluta. Si los partidos de la izquierda quisieran, de
verdad, neutralizar las triquiñuelas de la derecha, pactarían una lista única y
un programa común para ganar las elecciones, pero para eso el PSOE tendría que
hacer una profunda autocrítica y pedir perdón por las fechorías cometidas (algo
bastante difícil, porque los socialistas no lo han hecho en los dos últimos
congresos, a pesar de las sucesivas debacles electorales) e IU y Podemos tragar
unos cuantos sapos y hacer propuestas políticas menos demagógicas y con mas
sentido de Estado (para ser serios, no se pueden defender las mismas cosas que
los independentistas, querer abrir de par en par nuestras fronteras o prometer
la jubilación a los 60 años). Los populares son plenamente conscientes de las
contradicciones de la izquierda y de que esta carece de un líder capaz de
unirla, por eso el señuelo de la segunda vuelta tiene que funcionar, piensan
seguramente con razón. El PSOE sabe perfectamente que va a ser muy difícil
hacer pactos electorales con IU y Podemos tras las elecciones, aunque se
mantuviera la actual Ley Electoral, y que el PP los va a barrer de casi todos
los ayuntamientos y CC AA, pero una segunda vuelta en la que los electores
tendrían que elegir entre el candidato socialista y el popular creen que les
ofrece una oportunidad. Craso error, solo hay que ver lo que ha sucedido en
Extremadura y Asturias para darse cuenta que muchos votos de la izquierda no
irían al actual PSOE en ningún caso.
Aunque la nueva Ley Electoral que
pretende sacar adelante el Gobierno introdujera la segunda vuelta, los
populares siempre saldrían favorecidos, pero no el bipartidismo, que ha entrado
definitivamente en crisis. Solo hace falta ver lo que ha pasado en Francia y en
otros países europeos. Esta vez ganaría el PP, pero la laminación de la
oposición radicalizaría la situación política en España en un momento donde la
inteligencia y altura de miras son mas necesarios que nunca.
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