
El presidente ruso, Vladimir
Putin, no tardó ni un minuto en firmar un acuerdo de suministro de gas a China
durante 30 años, para cubrirse las espaldas, pero los países de la UE no pueden
permitirse prescindir del gas y petróleo rusos porque el brutal encarecimiento
de la energía y la pérdida de las cuantiosas inversiones realizadas en
gaseoductos como el del Báltico, que lleva gas a Alemania, serían la puntilla
para sus economías sumidas en una profunda crisis. Pero, además, en respuesta, el
Gobierno ruso ha suspendido las importaciones de frutas y hortalizas (algo que
castiga muy fuerte a los productores españoles), pescados y mariscos, leche y
productos lácteos, carne, etc, y ha advertido que, si EE UU y la UE siguen con
sus sanciones, Rusia responderá, entre otras medidas, cerrando su espacio aéreo
a los vuelos comerciales occidentales y que prohibirá la importación de
automóviles y componentes aeronaúticos de los países de la OTAN. Eso sería un
verdadero desastre para muchas empresas de la UE.
Mucha gente en Europa aún no ha
entendido que Rusia no es la enemiga, es más, se les llena la boca hablando de
un inexistente plan de Putin para recrear el antiguo imperio ruso. Pero Rusia,
el mayor y mas poblado país de Europa, es una gran potencia y un país que, como
muestra la historia, no se deja acosar ni chantajear. Mejor harían en evaluar
la importancia de las sinergias que generaría una colaboración leal entre la UE
y Rusia.
Como ha dicho el embajador ruso
ante la UE, Vladimir Chizhov, solo hay un país al que beneficia todo esto. En
efecto, los EE UU han querido dar una patada a Rusia, pero han sido los Gobiernos
de la UE los que la han recibido en sus traseros.
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