
Los
asturianos amamos con legítimo orgullo nuestra tierra y nuestra historia.
Tenemos una patria hermosa como pocas, donde valles lujuriosamente verdes y
bosques caducifolios (pese al azote del eucalipto) son flanqueados por altas
montañas al Sur y por el Mar Cantábrico al Norte, que nos salpica con la
belleza de sus estampas, en los pedreros, en las playas y en los acantilados
donde rompe. Desde hace miles de años hemos estado amenazados, pero nuestros
ancestros cabalgaron sobre asturcones contra las legiones romanas, arrojaron
piedras sobre los invasores árabes, derrotaron varias veces a los sanguinarios
vikingos y rebanaron el pescuezo a los franceses que pretendieron acabar con
nuestra independencia. Aunque no siempre hemos salido victoriosos, siempre
hemos luchado. Nuestra maravillosa tierra todavía es un oasis de vida en medio
de la destrucción a que el hombre ha sometido al medio natural en Europa
Occidental. Muy pocas regiones pueden presumir hoy de tener caballos del
Terciario, osos, lobos, nutrias, urogallos, etc, muchos animales que, como
diría Félix Rodríguez de la Fuente, son los prisioneros de los últimos bosques
silvestres que sobreviven. Pero, el Mar Cantábrico, que baña nuestra costa, es
tan nuestro como la tierra donde vivimos y lo queremos con la misma intensidad.
Debemos ser ahora plenamente conscientes, como lo fuimos en el pasado en otros
avatares, que nuestro Paraíso Natural, nuestra tierra y nuestro mar, no
sobrevivirá sin nuestra lucha y que su ocaso es también el nuestro.
Los
primeros pobladores de Asturias, hace mas de 10.000 años, se asentaron en la
costa o cerca de ella, aquellos humanos todavía no habían descubierto la
agricultura y la ganadería, eran cazadores y recolectores. En cuevas como la de
Tito Bustillo vemos como los venados y los bisontes (estos últimos
afortunadamente reintroducidos) formaban parte de su dieta habitual. Pero la
recolección era también muy importante para la supervivencia y no solo incluía
frutas y semillas, especialmente castañas, también mariscos. En excavaciones
realizadas en varias zonas de Asturias, como en el Cabo de Torres, por ejemplo,
se observa que lapas, mejillones, etc, formaban parte de la dieta habitual de
nuestros antepasados. En aquel Mar Cantábrico, todavía virgen, donde había
bancos de bocarte, sardina, xarda, etc, enormes, donde los bonitos llegaban a
alimentarse hasta la misma costa, donde los calamares gigantes cazaban en la
noche, donde cachalotes y ballenas eran comunes, también pescaban los primeros
asturianos, como atestiguan los restos de xargos y otros peces encontrados.
En los
últimos 50 años el Cantábrico ha sufrido, como otros mares en el mundo, la
contaminación y la sobrepesca (exponencialmente aumentada por la actividad de los barcos de
arrastre), hasta el punto que especies tradicionales, como el besugo, el
pancho, la faneca, etc, estén prácticamente extinguidas. Incluso la sardina,
que era abundantísima, ha empezado a escasear de forma dramática. Mientras se
autorizan cupos brutales y se permite el arranque de algas, que es donde muchas
especias desovan y se refugian de los depredadores.
La
desaparición de las laminarias, como otros fenómenos a los que estamos
asistiendo, seguramente tiene alguna relación con el cambio climático, también
provocado por la actividad humana, pero yo estoy convencido que es la
contaminación directa de las aguas por vertidos industriales y del sistema de
alcantarillado, la sobreexplotación pesquera y el arranque de algas lo
que mas incidencia está teniendo en el desastre.
¿Lo
permitiremos cruzados de brazos?
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