
La misión de Valls era la misma que
se encargó a otros partidos socialdemócratas en Europa, al PSOE, en España, al
PASOK, en Grecia, o el SPD, en Alemania, por ejemplo, hacer el trabajo sucio a
la derecha si esta no puede gobernar, o colaborar con ella en los Gobiernos. Los
socialistas habían llegado al poder en Francia después de una larga travesía
del desierto y de luchas cainitas en las que algunos históricos cayeron en
desgracia mientras emergieron nuevos personajes que habían estado en un segundo
plano. Hollande supo moverse entre bambalinas y recibió el apoyo del gran
capital francés, en concreto de la banca judía Rotchild, cuyo dinero movió
voluntades políticas y electorales. Pero, a la vista está, el que paga, manda.
Manuel Valls, el primer ministro
francés nombrado por el presidente Hollande, enseguida hizo ver sus
intenciones, que no eran otras que llevar a la práctica las mismas recetas
derechistas que se han aplicado en casi todos los países de la UE. No es que Francia
no necesite un ajuste y una racionalización del gasto, en eso estamos de
acuerdo casi todos, sino que, como ha sucedido en España, los recortes solo los
sufrirán los trabajadores y las clases menos pudientes.
Pero, mientras el PSF estuvo alejado
del poder se produjo un corrimiento hacia el rojo de su espectro político, no
solo en sus militantes y sus votantes, que no estaban en absoluto de acuerdo
con las políticas de Sarkozy y que veían en la extrema derecha que lidera
Marine Le Pen una amenaza para Francia, también en sus cuadros y en algunos de
sus dirigentes. En efecto, la crisis de Gobierno ha estallado porque el
dimitido ministro de economía, Arnaud Monteboug, había exigido, en una
entrevista publicada por el diario “Le Monde”, un cambio de rumbo económico, en
ella sostenía que se debía priorizar la salida de la crisis antes que la
contención del déficit, como han hecho los Gobiernos de EE UU, Reino Unido y
Japón con bastantes buenos resultados; porque es cierto que la Deuda de esos
países sigue aumentando, pero ya todo el mundo sabe que esas cifras
estratosféricas de dinero nunca se van a pagar. Se puede acusar a unos de
irresponsables al hinchar hasta la imprudencia la burbuja de la Deuda, pero aún
es peor, como hacen los otros, utilizar la coartada de la crisis para ahondar
en las diferencias sociales y dejar a millones de personas al borde de la
indigencia mientras una minoría gana mas dinero que nunca. Los ministros de
Educación y Cultura, que ya estaban viendo las barbas del vecino pelar, también
hicieron manifestaciones públicas en el mismo sentido que Monteboug.
Manuel Valls, dijo a Hollande que
o Arnaud o él, y el presidente francés no perdió un minuto en encargar al primer
ministro la formación de un nuevo Gobierno, donde han sido suprimidos los
díscolos y donde se ha dado la cartera de Economía a un joven de 36 años,
Emmanuel Macron (recuerde usted el nombre porque traerá cola) que, no por
casualidad, es amigo personal de Hollande y trabajó en la banca Rotchild.
El gran capital europeo ha
cometido un error estratégico muy grande, porque Francia siempre ha sido el
motor de cambios profundos en el Viejo Continente, y la derechización grosera
del PSF tendrá la consecuencia de que emerjan con fuerza organizaciones de
izquierda que llevan mucho tiempo velando armas y que tienen el “aparato” y la
capacidad para la rebelión.
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