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Aunque se habla poco del asunto,
3 periodistas españoles permanecen secuestrados en Siria, Espinosa, García y
Marginedas, corresponsales de guerra de los diarios “El Mundo” y “El Periódico”,
formando parte de un grupo bastante mas amplio de estos profesionales, una
treintena, la mayoría extranjeros, pero también algunos sirios. Se cree que uno
de los grupos de mercenarios suníes, vinculados a Al Qaeda, que luchan contra
el Gobierno de Bashar Al-Asad, en concreto el autodenominado “Estado Islámico
de Irak y Siria”, bien conocido por sus fechorías en el país vecino, habría
secuestrado a los periodistas españoles cuando se dirigían hacia Turquía
después de haber hecho su trabajo. Aunque el secuestro se produjo el 16 de
septiembre, se ha mantenido en secreto hasta hace poco. Las autoridades
españolas dicen que por petición de las familias y porque se estaban realizando
gestiones discretas paras intentar liberarlos, pero hay sospechas mas que
fundadas de que son razones políticas y de miedo a la opinión pública las
verdaderas causas. De todos es sabido que el Gobierno español, como todos los
de la OTAN, han estado apoyando a los rebeldes sirios desde que comenzó la
guerra (incluso se organizó una conferencia rebelde en Madrid) y que nuestro
Ejecutivo no perdió el tiempo en retirar a nuestro embajador en Damasco, a
pesar de la tradicional amistad entre los dos países y a la inestimable ayuda
que los servicios secretos sirios proporcionaron a España durante el mandato
del presidente Suárez. El hecho de que tampoco se ha dado publicidad, todo lo
contrario, al anuncio de EE UU y Reino Unido de que no prestarán mas apoyo a
los grupos terroristas que luchan contra el régimen sirio parece avalar esta
tesis.
Los secuestradores no han pedido
dinero ni ninguna otra condición para liberar a los periodistas y todo parece
indicar que su intención es que sus crímenes no sean conocidos por la opinión
pública internacional amenazando a los corresponsales. Todos hemos podido ver
vídeos espeluznantes donde miembros de
los grupos rebeldes tiraban a soldados gubernamentales desde tejados, los
decapitaban o hasta les comían el corazón, pero en Occidente no se sabe casi
nada de las atrocidades cometidas por los mercenarios suníes en los pueblos de
mayoría alauita (chiita) y cristiana, donde, según algunos periodistas, las
torturas, las violaciones y los asesinatos en masa, incluidos mujeres y niños,
han sido cosa corriente.
El presidente ruso, Vladimir
Putin, se tuvo que emplear a fondo para convencer al presidente Obama y a los
miembros del Gobierno norteamericano de que se estaban equivocando al apoyar la
revuelta siria y que la preocupación de Rusia no era tanto perder su importante
base naval en Tartus, como que Siria se convirtiera en un nido de grupos
islámicos radicales.
Sin el apoyo occidental a los
rebeldes, todo hace presagiar que el conflicto sirio toca a su fin, pues
coincide su retirada con exitosas
ofensivas del ejército gubernamental de Al-Asad en todos los frentes. Pero los errores
cometidos han supuesto casi 130.000 muertos, centenares de miles de desplazados
y un país destruido. O, quien sabe, quizá era eso lo que se pretendía.
Suerte para nuestros compatriotas
secuestrados.
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