
La nueva normativa despenaliza la prostitución, que, como en
España, no era ilegal, pero permanecía en un limbo que permitía, por ejemplo,
detener a las rameras, que podían permanecer hasta dos meses en la cárcel. Pero,
en la práctica, ataca de frente esta actividad, al prohibir el ejercicio de la
prostitución callejera y al multar a los clientes que puedan acudir a locales
de alterne.
En nuestro país el asunto parece ir por otros derroteros.
Aquí, tanto la izquierda como la derecha, progresistas de pacotilla o católicos
de mentira, hace tiempo que han corrido un tupido velo sobre este grave
problema. Miles de mujeres, la mayoría inmigrantes indocumentadas, son
explotadas por las mafias, mediando muchas veces amenazas sobre ellas y sus
familias, palizas y reclusiones forzadas. Como si fueran ganado, son
intercambiadas por los puticlubs de carretera o forzadas a ejercer el segundo
oficio mas antiguo del mundo (en verdad, el mas viejo es el de proxeneta) hasta
la extenuación, sin control médico alguno y muchas veces bajo el efecto de las
drogas.
Llama poderosamente la atención el autismo y la no
intervención de esas feministas de salón, que tanto nos deleitan con sus
ocurrencias, que, como en la denigrante “ceremonia del pañuelo” a que son
forzadas las gitanas, miran hacia otro lado, cuando no aplauden esta actividad.
Es mas, para colmo, todos hemos visto como ayuntamientos pretendidamente
progresistas, organizan “festivales eróticos” que son gestionados por los
dueños de las redes y locales de prostitución.
La iniciativa de la izquierda francesa es un paso valiente en
la defensa de los derechos y libertades de las mujeres y un gran avance en la
lucha por su dignidad y emancipación. Que cunda el ejemplo.
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