
Son cientos de millones de
personas las que lo están pasando mal en el mundo, muchas no tienen ni un
pedazo de pan que llevarse a la boca ni nada que dar a sus hijos para que
puedan sobrevivir, mientras unos pocos tienen en sus manos la mayor parte de la
riqueza. Esto es consustancial con este sistema político, el menos malo según dicen
algunos. Pero, si hay algo que puede representar mejor el deterioro moral y el
salvajismo social a que ha llegado la Humanidad son los barcos de esclavos, y
no me refiero a aquellos galeones que apilaban africanos para llevarlos al Nuevo
Mundo y que iban regando el océano de cadáveres, inaugurando una nueva ruta
para los tiburones, sino a los barcos de esclavos actuales, que solo se pueden
comparar a los mas dantescos episodios históricos, como el exterminio judío
perpetrado por los nazis, el genocidio de Pol-Pot en Camboya, o la matanza de
los tutxis a manos de los hutus, en Ruanda, por poner solo tres ejemplos.
Miles de personas trabajan en
condiciones infrahumanas en barcos anclados en aguas internacionales o que
surcan los mares. Barcos chinos cargan en su país las materias primas y salen
hacia Europa y América, recibiendo durante la travesía los patrones de los
nuevos diseños textiles y fabricándolos durante el viaje para entregar la ropa
en muy breve plazo. Barcos de pesca de altura o arrastreros, que entran en
nuestros puertos todos los días para descargar el pescado y repostar
combustible, llevan como tripulación-esclava a pobres desgraciados sin papeles obligados
a trabajar por poco mas que la comida y sin horas libres ni descansos. Pero,
todavía son peores las condiciones de los barcos fantasma que permanecen anclados
en aguas internacionales, al margen de las leyes y de las inspecciones, donde
se hacinan miles de trabajadores-esclavos, muchos menores de edad, que trabajan hasta la extenuación, que son objeto de todo tipo de maltratos y de donde solo se puede salir con
los pies por delante.
Así que, en estas fiestas
entrañables, cuando degustemos unos langostinos o un rape o cuando regalemos
una camisa o un pañuelo, acordémonos de que quizá hay la vida de un esclavo de
por medio.
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