En este país sabemos mucho de
golpes de Estado y olemos a los golpistas a kilómetros. Algunos golpistas pueden
pasar largas temporadas hibernando en la democracia hasta que algún
acontecimiento, o los resultados electorales, les hacen salir de la hibernación
y entonces, como los osos al finalizar el invierno, salen con mucha hambre de
la cueva. Si alguien pensaba que este país, tras el 23F, estaba vacunado contra
los golpes de Estado es que no está bien informado, porque, después de aquella,
hubo varias intentonas más. La última, a la que increíblemente no se dio
ninguna publicidad, ni se denunció, fue la protagonizada por Abascal en el
Congreso de los Diputados. El líder de Vox propuso allí, sin cortarse un pelo,
un Gobierno de “salvación nacional” al margen de las urnas y de la mayoría
parlamentaria, no sabemos presidido por qué “elefante blanco”. Veremos qué
candidato, qué programa y con qué nueva ocurrencia golpista nos sorprenden los
ultraderechistas con su moción de censura, que no está muy clara si va contra
Sánchez o, en realidad, contra Casado. Pero, el golpismo tiene a veces otras
formas más sutiles de manifestarse: puedes ser un golpista, por ejemplo, si no aceptas los resultados
de las elecciones y si condicionas las obligaciones que te impone la
Constitución a que el Gobierno sea el que a ti te guste, vetando a formaciones
políticas que aborreces. Es exactamente lo que está haciendo, y no está
haciendo, el PP con la renovación de Consejo General del Poder Judicial. A
pesar de que son los propios jueces los que se han dirigido en varias ocasiones
al Ejecutivo y al Legislativo para que sean renovados sus órganos superiores,
cuyo mandato caducó hace ya más de dos años, el PP se ha instalado en el
bloqueo institucional, no solo eso, como el niño acusica, Casado ha ido a
contar a la “profesora” Úrsula von Der Leyen lo malos que son los del Gobierno “socialcomunista”
español, que ahora quieren cambiar la ley para que no sea necesaria una mayoría
tan amplia para renovar los órganos superiores de la Justicia, aunque Sánchez
le ha dicho a Casado que retirará la propuesta de inmediato si el PP se sienta
a negociar. En Europa conocen muy bien lo poco serios que son los del PP,
porque no casualmente el Grupo Popular Europeo se topó con el escollo de los
diputados populares españoles, que impidieron echar del Grupo, precisamente por
sus ataques a la Justicia en Hungría, a los de Viktor Orbán. Como la posición
del PP en este asunto es insostenible dialécticamente, y lo saben, los
populares se han sacado ahora otra de la manga, uniéndose a la de Ciudadanos:
que sean los propios jueces los que elijan a los órganos superiores de la
Justicia, lo que nunca había querido el PP, el caso es enredar para que todo
siga igual y continúe el mismo Consejo General del Poder Judicial que se eligió
cuando gobernaba Rajoy. Para nada es más democrático que los órganos superiores
de la Justicia sean elegidos por los propios jueces, porque la Justicia, al
contrario que el poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, no estaría sujeta al
mandato de los ciudadanos, al poder del pueblo, el único legítimo
constitucionalmente, y podría cargarse, legítimamente, o no, un Gobierno, como
hemos visto en algunos países, al margen del Parlamento. Una cosa es asesinar a
Monstesquieu, nadie en sano juicio puede querer eso, todos queremos que la
Justicia sea independiente y que sus decisiones no estén políticamente
mediatizadas, y otra muy distinta poner en peligro la democracia y el poder
popular. Así que la mayoría cualificada de las 3/5 partes del Congreso de los
Diputados y del Senado, que es como está la ley actual, me parece lo más democrático
del mundo, lo demás son fuegos de artificio y piruetas dialécticas cuya única consecuencia, espero que no conscientemente, es favorecer el golpismo.
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