Putin no es un pusilánime ni un
tibio y desde el principio de su mandato tomó iniciativas radicales, pero
necesarias. Volvió a nacionalizar los sectores estratégicos de la economía,
aplastó la rebelión chechena, y reorganizó el ejército y puso en marcha una
industria militar que llevaba años paralizada. Pero, lo mas importante es que
el líder ruso ha sabido aglutinar varias sensibilidades que en el pasado
estuvieron contrapuestas. Ha mantenido el himno soviético y los aviones rusos
llevan la estrella roja en sus alas, pero el ministro de Defensa se santigua
antes de pasar revista a las tropas en el desfile de 70 aniversario de la
victoria y la influyente iglesia ortodoxa rusa está con el presidente. Por eso,
y no por la represión a la oposición, arrasa en las elecciones.
Vladimir Putin ha tenido que
enfrentarse a momentos y decisiones muy difíciles, pero que son las que definen
a un estadista y que van en el sueldo de un presidente. Me viene a la memoria
el secuestro por comandos terroristas chechenos del teatro en Moscú y de una
escuela en Beslán y como acabó con ellos sin contemplaciones, también el grave
accidente del submarino nuclear K-141 “Kursk”, mientras algunos decían que
Putin no estuvo en esa ocasión a la altura de las circunstancias, el presidente
ruso ordenó que se recuperaran los cuerpos de los marineros “a cualquier precio”.
La guerra de Chechenia también era un gran reto y en medio de las críticas
occidentales el presidente ruso aplastó a los yihadistas. Paradojas de la
Historia, la primera intervención terrestre de las fuerzas rusas destacadas en
Siria ha sido precisamente contra los mercenarios chechenos que actúan allí
aliados con el Estado islámico y el Frente Al Nursa, una de las marcas de Al
Qaeda.
EE UU y sus aliados occidentales
pretendieron sacar provecho de la debilidad de Rusia y apoyaron las aventuras
del que fue presidente de Georgia, Saakashvili, en Osetia del Sur y el cambio
de statu quo estratégico de Ucrania, pero, como todo el mundo conoce, les salió
mal.
Putin también ha logrado que
Rusia y China, que en estos momentos mantienen las mejores relaciones de su
historia, lideren una “Alianza Continental” donde antiguas repúblicas
soviéticas, India, Irán, etc, son aliados estratégicos, y a la que se va a
incorporar Irak y algunos otros países euroasiáticos ante la perplejidad de
Occidente.
Rusia ha vuelto y su contundente
actuación en Siria lo demuestra. La intervención rusa no es algo improvisado y
se ha gestado durante meses. No estamos hablando solo de una intervención
militar, sino también diplomática y de la confección de nuevas alianzas. El
ataque a objetivos yihadistas con misiles de crucero desde el Mar Caspio, a más
de 1.500 kilómetros de distancia, atravesando el espacio aéreo de Irán e Irak,
así lo demuestra. Pero, todavía es mas importante la reunión que se ha
celebrado hace unas semanas en Irak, con militares iraquíes y también sirios e
iraníes, para coordinar las acciones logísticas y preparar la ofensiva final
contra los terroristas del Frente Al Nursa y los asesinos del Estado Islámico, ofensiva
que parece ya ha empezado.
Con un patetismo vergonzoso, los
EE UU y sus aliados, que han estado apoyando encubiertamente a los fanáticos
criminales, han dicho a Putin que no bombardee al Ejército Libre sirio, pero el
presidente ruso ha contestado que su deseo es que se unan a la lucha contra los
yihadistas, pero que no sabe donde están ni quién es su jefe.
FOTO: un cazabombardero Sokhoi SU-34, que se ha incorporado a los bombardeos de los aviones de ataque SU-24 y SU-25, disparando misiles guiados por satélite en Siria.
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