
Ha vuelto la violencia a Israel y
Palestina, pero esta vez no se trata de la desproporcionada respuesta del
Gobierno de Netanyahu contra la resistencia de una población convertida en paria
en su propia tierra, como las masacres que hemos visto en Gaza, esta vez la
mecha la han encendido los mas radicales de un Ejecutivo sionista cuya
principal política es continuar con los asentamientos de colonos, arrinconando a
la población palestina en ghettos que, paradojas de la Historia, cada vez se
parecen mas al de Varsovia. A esos sionistas impresentables, cuyo fanatismo
religioso compite con el de los criminales yihadistas del Estado Islámico, no
se les ha ocurrido otra cosa que edificar un nuevo templo de Jerusalem, donde
creen que están las ruinas del antiguo, que es precisamente la llamada Plaza de
las Mezquitas, donde están ubicadas la mezquita de Al-Aqsa, de cúpula plateada,
y la del Domo de la Roca, de cúpula dorada. Es este uno de los lugares mas
sagrados del Islam y el mas sagrado para los palestinos, porque, según la tradición,
allí se encuentra la piedra donde Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo, la
misma desde donde el profeta Mahoma subió al cielo.
No es la primera vez que los
dirigentes israelíes utilizan la Plaza de las Mezquitas para provocar. El 28 de
septiembre de 2.000 el entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharón, visitó
la Explanada, provocando la Segunda Intifada. El carnicero principal responsable
de las masacres de los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila, cuando
siendo Sharon ministro de Defensa permitió que las Falanges Libanesas
torturaran y asesinaran, durante tres días y tres noches, a hombres, mujeres y
niños (incluso el ejército de Israel tenía ya preparadas las bolsas de plástico
para los cuerpos) paseándose por el lugar sagrado. Aquella fue una afrenta
demasiado dolorosa para los palestinos y, como ahora, sin temor a la muerte, se
lanzaron a la lucha piedras en mano.
Israel ha empezado por restringir
el acceso a la Explanada, impidiendo a los palestinos acudir a rezar. Se trata otra vez de provocarlos para utilizar la
violencia desatada en su propio beneficio y acabar por echar abajo las
mezquitas y edificar un nuevo templo, erigido sobre la sangre y el escarnio
palestino.
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