
En mayo tendremos elecciones autonómicas
y municipales en Asturias y la lucha no se va a central tanto en mantener el Gobierno
regional, donde será difícil juntar alguna mayoría que supere la suma de
escaños del PSOE y el PP, como en intentar recuperar el control del
Ayuntamiento de Gijón (ya ha dicho Javier Fernández que es su principal
objetivo), en este sentido, las navajas traperas y los aquelarres, con comunión
de intereses, sin duda alguna, van a salir a la palestra.
Pero, por encima de la propaganda
barata, las campañas convenientemente orquestadas y de los vendedores de humo,
la gente seria, independientemente de su ideología, debe hacer balance de la
gestión que ha hecho el equipo de Moriyón en Gijón. A pesar de que Jesús
Gutiérrez, el secretario de Organización de la FSA, había intentado meter miedo
a la gente calificando al partido de Francisco Álvarez Cascos de “ultraderecha”,
la realidad ha sido muy distinta y las formas y el gobierno de la villa han
tenido otro cariz. La cosa empezaba a pintar bien cuando, desde el primer
momento, se suprimía el coche de lujo con chófer del que disfrutaba la anterior
alcaldesa socialista, no era una medida propagandística, marcaba la filosofía
de la nueva gestión, basada en la austeridad, la ausencia de despilfarros y el
respeto por los ciudadanos que tan mal lo estaban pasando. Son muchas las cosas
que ha hecho en Gijón el partido “que no hace nada” pero algunas son, para mí,
especialmente importantes: El mantenimiento de la titularidad pública de las
empresas municipales, potenciándolas y saneándolas (mientras la pseudoizquierda
hace lo contrario en otras ciudades y pueblos), en este sentido es de especial
relevancia la compra de las cocheras para la empresa de autobuses urbanos y la
racionalización de los recursos de la empresa de aguas. La paralización de un
PGO que quería hacer pisos en Cabueñes y que estaba hecho a la medida de los
especuladores y sus amigos. La prohibición de la actividad conocida como “botellón,
que tanto daño hace a los jóvenes y tanto perjudicaba la imagen de la ciudad. La
defensa de la calidad medioambiental, especialmente la del aire que respiramos,
manteniendo la oposición a la incineradora de Serín y la presión sobre las
empresas que mas contaminan. El apoyo a los vecinos de los barrios populares,
con iniciativas como la reparación y reforma de pisos antiguos y deteriorados
en Jove y la garantía a los de El Muselín que no serán desalojados de sus casas
y que también tendrán ayudas para repararlas. Y, entre un largo etcétera, la
amortización de una buena parte de la Deuda de la ciudad, algo fundamental para
liberar recursos para futuras inversiones y que, irresponsablemente, ha
criticado el nuevo candidato socialista.
Ese gobierno municipal, “de
perfil bajo”, como lo han calificado malvadamente algunos, es el que gusta a
muchos gijoneses y el que se va a enfrentar a todos los demás en una lucha
desigual pero donde los ciudadanos, no lo olvidemos, y no los aparatos y las
estrategias de los partidos, serán los que finalmente decidan.
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