
¿Quién no conoce, por ejemplo, el
famoso asunto de los misiles que la URSS quiso instalar en Cuba y que casi
provoca una Tercera Guerra mundial? Pero, son pocos los que saben que aquella
iniciativa soviética fue una respuesta al despliegue de misiles de alcance medio
norteamericanos en Turquía. Todo el mundo sabe también que los miles de
yihadistas que acuden a combatir en Siria e Iraq lo hacen a través de Turquía,
país que no solo hace la vista gorda, da toda clase de facilidades, pero muy
pocos los que se preguntan porqué Occidente y los aliados de la OTAN lo
toleran.
Turquía en un aliado fundamental
para los EE UU en aquella zona y lo viene siendo desde hace mucho tiempo. Con
Israel, son los gendarmes occidentales en Oriente Medio, por eso no se les
pregunta ni se les condena por sus excesos, el trabajo que hacen está
teledirigido.
Tras el no de la UE a una
incorporación inmediata, bajo la coartada del déficit turco con los derechos
humanos, pero con la realidad de que es un país demasiado grande y poblado para
asimilarlo sin peligro de indigestarse, el régimen turco inició un acercamiento
a Rusia y a los aliados que el “oso del Norte” mantiene en Asia Central,
antiguas repúblicas soviéticas que, gracias a sus materias primas, sobre todo
gas, están teniendo un crecimiento espectacular y forman parte de la alianza político-económica
continental que tiene en Rusia y China sus mayores exponentes.
Pero, el conflicto de Ucrania y
la anexión o recuperación de Crimea por Rusia ha generado nuevas tensiones
donde Turquía vuelve a ser un aliado estratégico de primer orden para los EE UU
y la OTAN. Si de muestra basta un botón, el presidente turco, Recep Tayyip
Erdogan, y el primer ministro de Ucrania, Petró Poroshenko, acaban de sellar un
acuerdo estratégico con Rusia como enemigo, pero, evidentemente, son otros los
que mueven los hilos.
A mí me preocupa mucho todo lo
que está pasando en Europa, en el Mar Negro y en el Bósforo porque ya no
estamos hablando de conflictos regionales, sino de un enfrentamiento directo,
aunque no en el campo de batalla, entre los EE UU y Rusia.
Se ha querido poner al presidente
Vladimir Putin como el malo de la película y eso, según reflejan las encuestas
en algunos países occidentales, ha calado en la opinión pública poco informada,
que piensa, erróneamente, que el presidente ruso quiere resucitar un nuevo
imperio zarista o soviético. Nada mas lejos de la realidad, y nada hubiera
ocurrido en Ucrania si la OTAN no hubiera apoyado el golpe de Estado contra
Víktor Yanukóvich, en contra de los acuerdos sobre la independencia firmados
con Gorbachev, y todo sería un remanso de paz ni no se hubiera pretendido
cambiar el statu quo estratégico en el Mar Negro. Si a esto añadimos el
despliegue del sistema antimisiles, y de otros componentes esenciales de la
Iniciativa de Defensa Estratégica, y el traslado de tropas, incluidos cientos
de carros de combate y aviones, a los Países Bálticos, en las mismas puertas de
Rusia, tendremos una vista panorámica de la verdad.
Sumar a Turquía, que ya ha
amenazado a Rusia advirtiendo que es un país de la OTAN, a las presiones irresponsables y peligrosas que los EE UU y sus aliados están llevando a cabo
en Europa es echar mas leña a un fuego que puede acabar devorándonos a todos.
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