Se cumplen 11 años de los sangrientos
atentados en el metro de Madrid, donde hubo 192 muertos y casi 2.000 heridos, y 4
desde que comenzó la Guerra de Libia, donde, bajo la coartada de La Primavera Árabe,
la OTAN, los regímenes feudales árabes y Egipto prepararon a la insurgencia,
adiestrándola y proporcionándoles armas, logística y dinero para acabar con el régimen
de Al Gaddafi. Estos acontecimientos, aparentemente desconectados, tienen, sin
embargo, muchos rasgos en común y son ramas del mismo árbol. No voy a relatar
aquí toda la serie de graves errores y fechorías que nos han llevado hasta la
barbarie del Estado Islámico, solo decir que todo empezó en la Guerra de
Afganistán, cuando a EE UU y sus aliados en la zona no se les ocurrió otra cosa
para echar a los soviéticos de allí que amamantar al monstruo.
Ahora, vemos casi a diario los
crímenes que cometen los yihadistas en Iraq, Siria, Nigeria, Malí, etc, con
decapitaciones o quemando vivos a algunos prisioneros, y saltan a las páginas
de los periódicos y a las pantallas de los televisores sobre todo cuando los
cometen contra occidentales. Pero, esos crímenes que, por irracionales, cada
vez nos recuerdan mas la barbarie nazi, vienen de atrás y antes no se aireaban
tanto. En Siria, por ejemplo, las huestes de Al Qaeda y del EI han asesinado
prisioneros en masa, a tiros o tirándolos desde las azoteas de edificios,
incluso obligando a niños a decapitarlos y comiéndose su corazón. Cientos de
pueblos y aldeas en todo el Norte de Iraq y Siria han sido arrasadas por los
nuevos vándalos, torturando, violando y asesinando a muchos de sus habitantes.
Están sufriendo especialmente los cristianos, a los que asesinan y crucifican
sin piedad, y los kurdos, que se resisten a dejar en manos del EI los ricos
pozos de petróleo de su tierra y que son los que están llevando el peso de la
lucha contra los fanáticos yihadistas. Ahora se ha incorporado a la lucha el
ejército iraquí, que ha sufrido una metamorfosis desde que cayó Sadam Hussein.
Sus soldados ya no son mayoritariamente sunitas, sino chiítas y lucen en sus
hombreras el pañuelo verde anudado, en contraposición a las banderas negras de
los milicianos del EI. Esa, junto con un imperialismo trasnochado, es la clave
de todo lo que está sucediendo, el enfrentamiento ancestral entre sunitas y
chiítas, que no cesa desde que martirizaron a Hussein, el sobrino de Mahoma, es
decir, entre Arabia Saudí e Irán.
Pero, a pesar de todo lo que
ocurre en el califato creado por los asesinos yihadistas, que ya empieza a
tener sus horas contadas, porque Occidente se ha dado cuenta de su terrible
error en Siria, los peshmergas kurdos les están dando hasta en el cielo de la
boca y los soldados chiítas del ejército iraquí tienen muchas ganas de ajustar
cuentas, a mí me preocupa mucho mas otro escenario, donde hay muchas mas
armas, mas petróleo y que está mucho mas cerca. Estoy hablando de Libia, que se
ha convertido en el verdadero nido de la serpiente.
Es hora de recordar a los que, desde
los Gobiernos, o con comentarios y editoriales, apoyaron la Guerra de Libia,
para “llevar allí la democracia” decían. Eran los mismos que meses antes se
fotografiaban con Al Gaddafi o que ahora, cuando en ese país (que era el
segundo en renta per cápita de África) hay cualquier cosa menos una democracia,
callan como muertos. Usaron una resolución del Consejo de seguridad de la ONU (que
solo autorizaba la exclusión aérea) para bombardear al ejército libio,
permitieron que se linchara a su presidente y con sus actos irresponsables son,
en verdad, los principales culpables de todo lo que allí está sucediendo.
El yihadismo se ha extendido
desde Libia hacia el Sur y, a pesar de la presencia francesa en la zona,
Occidente tiene mucha menos capacidad de actuar con eficacia en un escenario
que tiene un frente que va desde Mauritania a Sudán y que, me temo, va a darnos,
ya lo está haciendo, muchos disgustos.
Foto: caravana de vehículos
todoterreno Toyota, completamente nuevos, entregados gentilmente por Arabia Saudí
al EI, se dirigen a Sirte (Libia). Fueron artillados en Egipto antes de cruzar
la frontera.