
Muchos fueron los que, tras la
muerte violenta del aficionado de la Real Sociedad, derramaron lágrimas de cocodrilo
y muchos fueron también por aquel entonces los que identificaron a los
culpables, pero no se hizo nada.
Salvo el presidente del Real Madrid,
Florentino Pérez, eso sí, enfrentándose a insultos y hasta a amenazas de muerte de
los grupos fascistas, muy pocos son los que se han atrevido a levantar la voz
contra los violentos y ninguno ha legislado y ha tomado las medidas necesarias para
acabar con ellos. Hemos visto muchas jornadas ligueras jalonadas por ataques a
aficionados del equipo contrario, asaltos a autobuses de seguidores y
jugadores, etc, sin embargo los medios de comunicación, la Liga de Fútbol
Profesional, la Federación Española de Fútbol, el Gobierno y la oposición, etc,
no han alzado la voz, cuando no han hecho mutis por el forro.
No hace falta ser un lince,
porque ejemplos en la Historia hay muchos, para darse cuenta que esa estética
de frentes, brigadas, cruces gamadas y banderas no constitucionales, no pueden
alumbrar nada bueno. Así, mientras las familias pacíficas y sus hijos
abandonaban las gradas de los estadios de fútbol, estas eran reemplazadas por
los vándalos que han encontrado en este bello deporte un buen lugar para
refugiarse, relacionarse y medrar.
Cuando tenemos otro cadáver
encima de la mesa (la violencia entre aficiones ha provocado 9 muertos desde 1.982 en España) es vomitivo escuchar a muchos directivos lamentarse, son
precisamente los mismos que dan entradas, financian viajes y prestan los
locales de las sociedades deportivas que dirigen para que los neonazis guarden
allí sus pancartas y estandartes. La muerte del seguidor del Deportivo de la
Coruña, integrante de este tipo de grupos, al igual que sus asesinos, era una
muerte anunciada y habrá mas si no se toman las medidas imperativas para
extirpar de una vez por todas a estos descerebrados de nuestro deporte.
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