
El mayor problema que tiene
España no es el paro, ni la corrupción, sino los golpistas que nos amenazan.
Durante 40 años padecimos una dictadura que había emergido tras un golpe de
estado fascista, pero los golpistas no solo están en la derecha y los golpes de
Estado no solo se dan sacando los tanques a la calle. Las andanzas de algunos
dirigentes socialistas en las semanas que precedieron a la dimisión del
presidente Adolfo Suárez, por ejemplo, y sus conversaciones con servicios de
inteligencia extranjeros y con militares que querían dar un golpe de timón a la
Transición son bien conocidas, entre ellas las de Enrique Múgica con el General
Armada. Incluso habían preparado un “Gobierno de concentración”, donde estaría
integrado también el PSOE, si Suárez se resistía a las recomendaciones del Rey.
No hicieron falta los servicios de Tejero y Milans del Bosch, ni fue necesario
que apareciera el “Elefante Blanco” por el Parlamento, y el “Gobierno de concentración”
quedó en un cajón, el golpe de Estado había triunfado unas
semanas antes del 23F.
Zapatero no se salió con la suya
porque el recurso del Partido Popular ante el Tribunal Constitucional logró que
el Estatuto de Cataluña tuviera que pasar por ese tamiz y que el alto tribunal
sentenciara que era anticonstitucional. Pero, ¿cual era el fondo, la auténtica
sustancia del estatuto catalán? Pues, ni mas ni menos que consagraba un nuevo
tratamiento fiscal a Cataluña, similar al vasco y navarro, que era ilegal y que
suponía un agravio al resto de CC AA. De momento, la segunda parte del golpe de
Estado no había triunfado.
Pero, los socialistas no
rectificaron, solo se retiraron a sus cuarteles de invierno tras las debacles
electorales cosechadas, especialmente en Cataluña. Para intentar levantar
cabeza el PSOE ha vuelto a lo de siempre: poner un secretario general de
agradable aspecto, sonrisa Profidén y que mienta mucho y bien, como lo fueron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y volver a las andadas
golpistas. De eso se trata, y no de otra cosa, la propuesta de Pedro Sánchez de
reformar la Constitución para dar satisfacción a las demandas de los
nacionalistas catalanes. Si el Estatut no encaja en la Constitución pues
cambiémosla, se dicen.
La Constitución española no son
las Tablas de la Ley y naturalmente que puede ser reformada, pero, eso sí, para
que tenga legitimidad democrática cualquier cambio en profundidad debe ser
refrendado por los ciudadanos españoles, por el pueblo. Pero, ¿Cómo la mayoría
de los españoles van a aprobar una reforma que los convierte en ciudadanos de
segunda por vivir fuera de Cataluña? Por eso se trata de reformar la
Constitución al margen de la voluntad popular, sin referéndum nacional. Estamos
muy cerca de que la segunda parte del golpe de Estado que tuvo su primera fase
en enero de 1.981 (no el 23F) sea una realidad, porque la perita en dulce de
Rajoy, con el chantaje del 9N, ya está madura. Con la dimisión de Suárez
perdimos una buena parte de nuestra democracia y con lo que pretenden hacer
ahora podemos perder la que nos queda y esta tierra que llamamos España y por
la que tanto lucharon nuestros ancestros. Independientemente de su ideología,
todos los patriotas están llamados a evitarlo.
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