Cuando es una evidencia que la
mayoría de los españoles están convencidos de que es necesario un cambio
profundo en nuestro país, que devuelva la tranquilidad a la gente, que dé expectativas
de un futuro mejor, que acabe con la lacra de la corrupción, etc, y de que eso
no se va a conseguir con los partidos políticos tradicionales y con las
estructuras de poder actuales, y cuando
cae de cajón que si no se actúa las cosas todavía pueden ir a peor, la
subversión pasa de ser una opción a una necesidad. Pero, los subversivos
inteligentes o, si usted quiere, los revolucionarios lúcidos, siempre han
tenido bien presente que para enfrentarse al poder hace falta sumar fuerzas y
establecer alianzas circunstanciales, incluso contra natura. Cuando el objetivo
debe ser asumido por la mayoría nadie puede tener en el pensamiento a los “tontos
útiles”, a los que se puede usar y tirar, sino una alianza a veces explícita y
muchas otras tácita donde converjan personas, partidos, instituciones, etc, con
un objetivo común, aunque partan de sus propias premisas y tengan su propia
ideología, a veces contrapuesta.
El proceso que está siguiendo
Podemos, el movimiento político que lidera Pablo Iglesias, es muy interesante.
Esa formación política está pasando de máximas radicales a propuestas asumibles
por la mayoría. Es la misma estrategia que explicó Julio Anguita en el famoso
mitin de Sabadell cuando presentó su propuesta “Somos mayoría”, que,
erróneamente, no fue tomada en serio por IU. Anguita dijo entonces que no se podrán
acometer cambios profundos en España sin contar con una amplia mayoría social,
donde muchos ciudadanos del centro político e incluso de la derecha deben tener
su sitio. La imperativa necesidad de subvertir el poder establecido exige, por
tanto, propuestas concretas que pueden ser asumidas por la mayor parte de los
ciudadanos, independientemente de su ideología. Ese es el reto, porque si bien
es fácil identificar los problemas que nos agobian, no lo es, en absoluto,
proponer unas medicinas que sean aceptadas por la mayor parte de la gente.
Cuando estos días hemos celebrado
el aniversario de la Constitución de 1.978, he vuelto a recordar quienes fueron
sus padres y que ideologías tan distintas tenían. Había una necesidad de
acuerdo, por encima de los intereses partidistas y personales, por el bien de los
españoles y por el bien de España, y todos fueron generosos. Aquel 6 de
diciembre no se hizo ninguna revolución, pero el referendo que dieron los
ciudadanos en las urnas significó subvertir un poder dictatorial que había
privado a nuestro país de democracia y libertades durante 40 años.
Pues bien, otra vez es necesario subvertir
el orden establecido, que nada tiene que ver con cambiar una Constitución, todavía útil, para satisfacer a los secesionistas, y otra vez debe primar el sentido de Estado, la
responsabilidad y el patriotismo por encima de cualquier otro interés. Esta vez
la pregunta no es tanto si los líderes políticos actuales mas importantes estarán
a la altura de las circunstancias, no pidamos peras al olmo, como si los
propios ciudadanos serán capaces de sumarse al cambio por el que tanto claman.
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