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Si lo que se ha dado en llamar “política
económica de austericidio” va a provocar en Europa convulsiones sociales y
políticas de un calado al que ya no estábamos acostumbrados, las
soluciones keynesianas ya no funcionan en un mercado global desregularizado y
en un mundo donde el control de los bienes y la riqueza ya casi no están en
manos de los Estados.
Francis Fukuyama exponía una
tesis atrevida en su libro publicado en 1.992 “The End of History and the Last Man”: tras el final de la Guerra Fría,
decía, había terminado la lucha de las ideologías con el triunfo de la “democracia
liberal”, es decir, del capitalismo. Eso fue aceptado de inmediato por los que
estaban encantados de oírlo y lo divulgaron, exultantes, a los cuatro vientos. Fueron
años de jolgorio y diversión aquellos, desde los puntos de vista político y
económico. Todo el mundo vivía en una fiesta sin atisbar lo que se avecinaba.
Solo unos pocos habían detectado el principio de la crisis mundial que ponía de
manifiesto la sobreproducción industrial, el agotamiento de los recursos y el
trasvase de rentas del trabajo hacia el capital con una intensidad y velocidad
crecientes, es decir, las consecuencias de las contradicciones del sistema. El
poder mundial cada vez estaba mas concentrado, mientras la mayor parte de la población
se empobrecía. Eso nada tenía que ver con las tesis de Fukuyama ni con las
teorías económicas de la “Escuela de Chicago”, que tendrían desagradables
consecuencias, al contrario, revelaban que las leyes económicas establecidas
por Karl Marx en su obra maestra “Das Kapital” se estaban cumpliendo inexorablemente.
Era totalmente falso que la Historia se hubiera terminado y ahora lo estamos
viendo.
Parece increíble que un libro
publicado en 1.867 nos adelantara lo que íbamos a vivir tantos años después en
toda su crudeza. Pero, Marx no era un vidente, sino un filósofo y, sobre todo
un científico. Su análisis histórico
concluyó en que la economía, como la física, está sujeta a unas leyes
que siempre se cumplen. No viene mal volver a leer “El Capital”, porque nos
previene de cual será el siguiente paso del capitalismo después de la
concentración del dinero y la riqueza en unas pocas manos y de la anulación, de
facto, del poder de los Estados: una dictadura mundial y el fin de la
democracia, para que las urnas y la movilización popular no sean instrumento de
subversión. ¿No lo estamos empezando a vislumbrar ya?
La cuestión fundamental no es si
vendrá una segunda recesión, sino hasta cuando sobrevivirá el sistema sin
desmoronarse y cuales van a ser los nuevos instrumentos de dominación del
capital, en esa nueva dictadura sobre los pueblos para intentar salvar las
plusvalías obtenidas a costa del sufrimiento de cientos de millones de
personas: ¿un nuevo fascismo?
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