
En 1.864 se establecieron los
primeros Convenios de Ginebra, un paso fundamental en el Derecho Internacional.
Tenían como objetivo limitar la barbarie de la guerra, dando protección a los
civiles, a los prisioneros y a los heridos. Estos Convenios fueron actualizados
en 1.949, después de lo que había pasado en la Segunda Guerra Mundial, y en
1.951 se completaron con el Estatuto de los Refugiados. Casi todos los países
del mundo los han suscrito.
En el año 1.945 se creó la Corte
Internacional de Justicia, principal órgano judicial de la ONU y se estableció
su sede en La Haya (Países Bajos). En 1.946 pasó a denominarse Corte Permanente
de Justicia Internacional, entre sus competencias está dictar sentencias sobre
los crímenes de guerra.
A pesar de que existe una
legislación bien clara sobre el asunto, un convenio establecido y un tribunal
que depende de la ONU, los crímenes de guerra han seguido existiendo sin que,
en la mayoría de las ocasiones, los responsables hayan sido encausados. Precisamente
los que deberían hacer cumplir una normativa humanitaria básica, ya que se han
autodenominado líderes del mundo, son los que han cometido, directa o
indirectamente, mas crímenes. La guerra de Vietnam fue uno de los escenarios
bélicos donde los periodistas y fotógrafos pudieron emplearse a fondo. Aldeas
arrasadas por el napalm, tiros en la nuca a prisioneros, selvas enteras
rociadas con el “agente naranja”, etc, eran portadas con las que se desayunaba
mucha gente a finales de los años 60. Todavía eran peores los relatos de
algunos soldados (imprescindible el libro “Hablan los desertores de Vietnam”),
así hemos sabido, por ejemplo, como los prisioneros del Vietcong eran
interrogados en helicópteros en vuelo y arrojados vivos al vacío si no
hablaban.
Lo que ocurrió en el Cono Sur y
en Centroamérica, en Yugoslavia, en Uganda, en Chechenia, en Líbano, en Gaza,
el Iraq, en Libia y un larguísimo etcétera son muestras de que los crímenes de
guerra siguen estando a la orden del día y siguen saliendo impunes.
EE UU, Reino Unido y Francia han
puesto el grito en el cielo cuando han visto grabado en vídeo como los
terroristas del EI decapitaban a sus ciudadanos, no es para menos, pero ¿qué
han estado haciendo ellos durante años?
La guerra ya es lo suficientemente
atroz para que no se le ponga algún coto y la defensa de los civiles, de los
prisioneros, de los heridos y permitir a la Cruz Roja y al Creciente Rojo
asistirles, como dice la Convención de Ginebra, no puede ser cuestionado.
Tampoco que los criminales salgan impunes de sus fechorías.
Los que no aceptan la jurisdicción
de la Corte Permanente de Justicia Internacional, para no tener que rendir
cuentas de sus actos, no tienen derecho a escandalizarse de los crímenes
ajenos.
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