
Aunque en España nadie del
Gobierno ha dicho alto y claro que le podría pasar a Cataluña si esta se
declarara independiente, los nacionalistas lo saben muy bien, por eso han dicho
en numerosas ocasiones que una Cataluña independiente desearía tener buenas
relaciones con España, lo que les permitiría, piensan, ingresar en la UE de
inmediato, seguir en la moneda única y, entre otras muchas cosas a las que no
piensan renunciar, que el Barça siguiera disputando la liga de fútbol española.
Los secesionistas no solo desean la independencia unilateral, sin preocuparles,
en absoluto, la opinión de los que consideramos esa tierra como parte
indivisible de nuestra patria, también desean imponernos unas relaciones
“amistosas”, siempre a su conveniencia.
El que fuera presidente
socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, oportunista como pocos, entendió muy
bien el problema. Los nacionalistas catalanes lo que verdaderamente deseaban
era un trato diferenciado que, además de dar satisfacción a su prurito nacional,
les permitiera una situación económica y fiscal de privilegio con respecto al
resto de CC AA. Por eso nunca quisieron ni oír hablar del “café para todos” y
por eso el federalismo del que habla la izquierda, que da las mismas oportunidades
a todos los territorios de España, les espanta. Zapatero y el PSC pactaron con
los nacionalistas catalanes un nuevo Estatuto de Autonomía que satisfacía sus
demandas, dando un tratamiento fiscal a Cataluña similar al del País Vasco y
Navarra, algo que el Tribunal Constitucional sentenció como ilegal, al no estar
contemplado en nuestra Carta Magna. Esa es la razón fundamental por la que los
socialistas hablan continuamente de que es necesario un cambio constitucional,
pero sin decirnos exactamente cual, porque, evidentemente, sería un agravio al
resto de CC AA. Uno de los argumentos que se esgrime para dar a Cataluña un
trato constitucional “singular” es el tan manido de “nacionalidad histórica”,
pero eso no se lo pueden decir, por ejemplo, a un asturiano mirándole a la
cara.
En reiteradas ocasiones he
manifestado que uno de los mayores problemas que tiene la izquierda española es
su falta de sentido de Estado. Eso lo estamos observando todos los días en el
debate sobre el futuro de Cataluña y lo hemos visto en otras circunstancias y
en otras partes. Es indignante que IC-Verds, la franquicia catalana de IU, vaya
de la mano de Artur Mas y los suyos en la loca aventura independentista, como
lo fue que IU gobernara junto a la derecha del PNV en el país vasco. Solo el
oportunismo político y personal y la pérdida del Norte de la izquierda pueden
explicar que los comunistas sean ahora los que se quieren cargar el Estado.
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