
El clima del desfile de este año
en la Plaza Roja y de los bailes y cánticos que siguieron después fue muy
diferente al del pasado reciente. Rusia recupera su orgullo y su memoria
histórica.
No se han visto nuevos armamentos
en el desfile, solo los conocidos carros de combate T-70 y misiles estratégicos
Topol. Las auténticas novedades, como el supercaza de 5ª generación T-50, el
carro de combate T-90, el misil intercontinental de ojivas múltiles “Bulavá” o
los nuevos submarinos nucleares, están en otras partes. El país mas importante
de Europa y el mas grande del mundo ha resucitado, y se nota. Después de mucho
tiempo, los bombarderos estratégicos rusos patrullan cerca de Gran Bretaña y de
las costas de EE UU. Una exhibición de músculo modesta en comparación con el
poderío militar de la OTAN, pero suficiente para mostrar que Rusia no está
dispuesta a permitir el chantaje o que se cuestione su soberanía.
Tras las celebraciones del Día de
la Victoria en Moscú y el recuerdo de Putin de que el sacrificio soviético (20
millones de muertos) “evitó que Europa cayera
en la esclavitud”, el presidente ruso se trasladó a Crimea y presidió las
celebraciones en Sebastopol, otra ciudad mártir y base de la Flota del Mar
negro, donde se dio un baño de masas. La gente aplaudía y gritaba ¡Rusia! y una
anciana se acercó al presidente para decirle que, desde la desaparición de la
URSS, llevaba esperando 23 años este día.
Vladimir Putin dijo a los crimeos
que no tienen de que preocuparse, que toda Rusia está con ellos, pero que queda
un trabajo enorme por hacer, reindustrializar la región y mejorar su nivel de
vida.
Por su parte, los EE UU, el
secretario general de la OTAN y el Gobierno de Kiev manifestaron su indignación
por la visita de Putin a Crimea
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