Con una inflación oficial del 5,3%
en el mes de agosto, continúa el alza imparable de los precios en los EE UU,
fenómeno que se está extendiendo a todo Occidente. Aunque la tasa interanual ha bajado algo (5,4%
en julio) la cifra duplica las previsiones para el medio plazo que tenía la
Reserva Federal. Si la moda viene de París, para prever lo que va a pasar aquí
dentro de unos meses, o antes, hay que fijarse en las cifras macroeconómicas de
EE UU. Como no se puede decir la verdad a la gente del porqué está pasando esto
(decir a los ciudadanos que el papel moneda que tienen en el banco y con el
que compran bienes y servicios, en realidad, no vale nada sería tremendo) La
Casa Blanca, sin saber muy bien qué hacer, ha hecho un llamamiento a los países de la
OPEP para que aumenten su producción y bajen los precios del petróleo y del gas natural. Es curioso ese
llamamiento al mismo tiempo que EE UU y sus aliados ponen todo tipo de
sanciones a Venezuela y a Rusia (Rusia no pertenece a la OPEP) para poner
trabas a sus exportaciones. Sin embargo, no parece que sean los precios del
petróleo y del gas las principales causas de que la inflación camine desbocada.
Cuando escribo estas líneas el barril de petróleo Brent, por ejemplo, cotiza en
torno a los 74 dólares y si vemos el histórico de precios observaremos que, sin
ir muy atrás, en 2012 el precio del barril de Brent estaba en 109,45 dólares y
en 2014 en 96,29 dólares ¿Cuál era entonces la inflación en EE UU con el precio
del crudo mucho más alto que el actual? Pues, del 2,07% y del 1,62%, respectivamente, en esos mismos años. Si con esos botones no tenemos una muestra suficiente de que
no se está diciendo la verdad a la gente, con los mismos precios del crudo y del
gas (bueno, casi los mismos) y con una economía que está creciendo, en porcentaje, al menos cinco veces
por encima de la de los EE UU, la UE y Japón es decir, con una economía mucho más recalentada, la inflación
interanual en el pasado mes de julio ha sido solo del 1% en China. En Román Paladino, si para controlar la inflación Occidente retira estímulos financieros y dinero de la circulación el tinglado se viene abajo.
Aunque la curva inflacionaria en
EE UU ya no sube tan verticalmente, sigue manteniendo unos valores insoportables y peligrosos y no parece que se vaya a
tomar ninguna medida realmente eficaz para intentar minimizar el desastre (el
desastre no se va a poder evitar). La creciente demanda china tira hacia arriba
de los precios de las materias primas y el mercado de futuros apunta claramente
hacia nuevas alzas de los precios en los próximos meses; al mismo tiempo, los
inversores se están lanzando a cambiar papel moneda por valores reales, como
son esas materias primas, inmuebles y oro, así que todo apunta a que la
inflación siga muy alta y que, con nuevos acontecimientos que sucederán en febrero, coincidiendo con las Olimpiadas de Invierno, incluso pueda enseñar las orejas la
hiperinflación. A pesar de que los bancos centrales occidentales hasta ahora están haciendo
todo lo posible para mantener intereses muy bajos y hasta
negativos y que no suba el precio del dinero (subir los tipos de interés es medida imprescindible si se quiere controlar la inflación) la amortización de la Deuda sigue subiendo en todo el mundo, siendo
esto especialmente peligroso para las economías muy apalancadas, como la
nuestra. Pero, el tiempo del dinero barato se agota, es decir, ya tenemos la tormenta perfecta.
El dato de inflación de agosto y
la alta inflación interanual sostenida en EE UU debería poner fin a la fiesta, pero,
llegados al punto al que se ha llegado ¿se puede poner fin a la diversión sin
que eso genere convulsiones sociales y económicas insoportables? Ya habíamos
comentado que la Reserva Federal ha imprimido seis billones de dólares de papel
moneda sin respaldo de valor desde que comenzó la crisis económica asociada a
la pandemia (la verdad es que no se había tomado, todo lo contrario, ninguna
medida eficaz de saneamiento económico tras la crisis financiero-inmobiliaria
de 2008) y ese dinero fiat se ha repartido gentilmente entre los particulares, las empresas y los bancos. Poner a trabajar a todo trapo a las máquinas de
hacer dinero para luego regalarlo y que te paguen por adquirir un crédito no han sido buenas ideas.
Jugar a alquimistas tiene consecuencias desagradables y la realidad de las cosas
acabará imponiendo su ley, una ley que no nos va a gustar.
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