jueves, 27 de mayo de 2021

LOS INDULTOS

 


Otra vez la autoridad moral. Pocos políticos españoles tienen autoridad moral para hablar de nada y los que han sido presidentes del Gobierno de este país aún menos. Lejos de ser unos grandes estadistas y unos grandes patriotas, como los consideran algunos, como lo fue sin duda el presidente Adolfo Suárez, las fechorías de Felipe González y de José María Aznar dan para escribir un libro. Pues bien, Felipe González, el mismo que capitaneó el golpe contra su propio secretario general, el líder indiscutible de las puertas giratorias y de las conspiraciones, no ha perdido ni un minuto en salir a la palestra para criticar al Gobierno y para criticar a Pedro Sánchez ante la eventualidad de que se conceda un indulto a los políticos catalanes presos, que no presos políticos. Sin embargo, la buena memoria es un arma de destrucción masiva: El 23 de diciembre de 1988 el Consejo de Ministros del gobierno de Felipe González concedió el indulto al General Armada, el cabecilla del golpe de Estado de 1981 (que no fue exactamente el del 23F) que había sido condenado por el Tribunal Supremo a 30 años de prisión por el delito de rebelión. Esa tarde del día anterior a Nochebuena el Rey, como es preceptivo, había firmado el indulto y a las 9 de la noche salía Armada del hospital militar Gómez hulla de Madrid hacia su casa, no estaba enfermo de nada, pero gozaba de toda clase de privilegios ¿De verdad quiere Felipe González que contemos por qué Armada gozó de los privilegios que no gozaron otros condenados por el golpe de Estado y por qué, también al contrario que los otros condenados, Armada fue indultado? ¿Tendremos que abrir la Caja de Pandora? Los indultos son una medida excepcional que van más allá de una simple medida de gracia, deben tener una utilidad, para los indultados, pero, sobre todo, para la sociedad. En el caso del indulto que el gobierno de González concedió al general Armada la medida fue muy útil para el militar golpista, también para los que tenían mucho interés en que no hablara, pero no fue de ninguna utilidad para la sociedad española, que, después de tantos años, sigue engañada. Así que los que estuvimos en contra de aquel indulto tenemos ahora la autoridad moral para estar en contra del indulto a los golpistas catalanes, la autoridad moral que otros, empezando por Felipe González no tienen. Es de sentido común que, para indultar a un condenado, sobre todo si estamos hablando, como es el caso, de delitos muy graves, es necesario el arrepentimiento y el compromiso expreso de que no se va a volver a cometer el mismo delito. En el caso del general Alfonso Armada, un católico de esos que matarían hasta a su propia madre, que participó en la División Azul en el sitio de Leningrado ayudando a los nazis, donde murieron 800.000 personas, muchos niños (incluido el único hermano de Putin) la mayoría de hambre y frío en un sitio criminal que duró tres años, el mismo general que presidió la cruzada Pro-Docencia, el mismo que utilizando el sello de La Casa Real envió cartas pidiendo el voto para Alianza Popular, el mismo general del que no se fiaba (y, evidentemente, hizo bien) Adolfo Suárez, ese general, nunca se arrepintió de nada, pero, eso sí, prometió no volver a las andadas y guardar silencio hasta su muerte. Como es lógico, el Tribunal Supremo se ha opuesto al indulto a los condenados por el “Procés” y lo considera “una solución inaceptable”. Por muchas piruetas dialécticas y triples saltos mortales con tirabuzón que haga Pedro Sánchez no va a convencer a los españoles de la justicia ni de la necesidad del indulto, salvo la necesidad para mantenerse en el gobierno hasta agotar la legislatura, aunque tampoco debería fiarse de que los independentistas catalanes se lo permitan. Los golpistas catalanes volverán a intentarlo y esta vez, me temo, habrá enfrentamientos violentos, bueno, más violentos, quiero decir. La insistencia de la CUP en desmovilizar los antidisturbios de los Mossos de Escuadra y la exigencia de que la policía autónoma catalana no intervenga en manifestaciones y algaradas para dar sus votos al nuevo gobierno independentista deja diáfano por donde van a ir los tiros. Cuando los golpistas vuelvan a las andadas solo los políticos que ahora se carguen de autoridad moral podrán dar, legitimados, un puñetazo encima de la Ley y la Constitución. No va a ser, por supuesto, Felipe González y que lo sea, o no, Pedro Sánchez depende, sobre todo, de él.

2 comentarios:

  1. Mire,yo soy un poco ignorante en estas cosas,ud ya lo sabe..pero,hay algo que no acabo de entender y es que viedo las penas y lo que llevan en la carcel y que es cuestion de meses que salgan con el tercer grado,para que se mete Sanchez en este berenjenal?..tan atrapado esta por los independentistas?..que necesidad tiene de quemarse de esta manera?..ud habla de epocas y de una España distintas,para entender esto habria que haber vivido esa epoca y saber lo que representaban aun los franquistas en el pais..las barbaridades de Suarez,como legalizar el PCE y el aborto..no se puede entender el 23F,o mejor dicho,lo que ocurrio antes de esa fecha..nada que ver con que unos delincuentes catalanes quieran romper el orden constitucional y saltarse la ley..sinceramente hoy por hoy el problema con Cataluña solo puede arreglarse por la fuerza y militarizando Cataluña..yo creo que a Sanchez se le ha ido la cabeza o nunca la tuvo..cuando ves que vas en direccion contraria y todos vienen de frente..deberias replantearte muchas cosas

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  2. Cachis en diez, mire que querer ilegalizarme a mí. En fin, ya veo que para usted entre los golpistas también hay clases, si son independentistas son golpistas sin más, pero si los golpistas son fascistas entonces hay disculpas para sus asonadas golpistas. Para mí todos los golpistas lo son y me importa un pimiento cual sea la ideología o la condición de los que se pasen la Ley y la Constitución por la entrepierna. Por cierto, aunque ya lo he dicho en otras entregas, los elementos fascistas, tanto del "Bunker" como de los militares, solo fueron algunos instrumentos de los golpistas que, en verdad, mecían la cuna en aquellos primeros meses de 1981.

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