La derecha y la ultraderecha
española son perfectamente capaces de usar términos raros, e incluso eufemismos,
para no llamar a las cosas por su nombre, como hacen frecuentemente las
izquierdas, así que los de Vox hace tiempo que se inventaron lo del “pin
parental”, que aunque está estos días de actualidad no es, ni mucho menos, algo
nuevo, porque fue una de las medidas estrella de la formación de Abascal en la
pasada campaña electoral. El “pin parental” quiere decir que los padres puedan
vetar algunas de las actividades escolares de sus hijos. A la sombra de este
asunto, que tiene su miga, han emergido otros debates alucinantes, como si el
tutor último de los hijos son los padres o es el Estado. Bien, entremos en
harina: En primer lugar quiero decir que, sin menospreciar su importancia, la
potestad de los padres, o de otras instancias, de vetar algunas actividades
escolares no es el principal problema en nuestras escuelas, el principal
problema es que nuestros alumnos están a la cola de Europa en instrucción
educativa y que todas las fuerzas políticas deberían poner el acento en elaborar
un plan de estudio serio y consensuado y que nuestros niños sepan de matemáticas,
de geografía, de historia de inglés, etc, porque si va el señor Abascal a
cualquier escuela y hace preguntas sencillas de estas asignaturas a los alumnos
se puede caer de espaldas. Hernán Cortés, el que conquistó México, no era el
bailarín que andaba con Naomí Campbell, como me dijo un niño de nueve años. Yo
entiendo perfectamente la preocupación de muchos padres por lo que se enseña o
se deja de enseñar a sus hijos en las escuelas y, en concreto, entiendo la
preocupación que muchos progenitores pueden tener por las ideas y valores que
personas ajenas al profesorado puedan inculcar a sus hijos. Si te llega a
casa, no un universitario con el intelecto casi formado, sino un niño de siete
años, que todavía cree en los Reyes Magos, y con cara de estupefacción, te
cuenta las cosas tremendas (que no voy a reproducir aquí) que le dijo una representante
del colectivo LGTBI que fue a dar una charla a su escuela, pues sabes
perfectamente de lo que hablas. Una cosa es respetar los derechos de algunos
colectivos, aunque sean claramente minoritarios (eso está en el artículo 14 de
la Constitución) y otra cosa muy distinta es que esos colectivos quieran
imponer sus ideas, incluidas sus ideas sobre la sexualidad, a tus hijos y que
eso esté subvencionado y alentado por nuestros Gobiernos. Pero, para justificar
cientos de chiringuitos hay que facilitar alguna actividad a los que viven de
ellos. Si no hay motivos para organizar manifestaciones al grito de “nosotras
sí te creemos” (sobre todo si detienen a tres norteamericanas por una denuncia
falsa para cobrar un seguro) y si no hay cabalgatas de reyes para que “draq
queen” vayan de “Reinas Magas”, pues llevemos nuestros mantras a las escuelas,
se han dicho. Pero, para criticar estas cosas hay que tener autoridad moral, un
valor que, como la honradez, la lealtad o el honor está para muchos pasado de
moda. No tienes autoridad moral para exigir el “pin parental” en las escuelas
si no tienes ese mismo prurito en las escuelas concertadas sectarias y
elitistas donde segregan a los niños por sexos y no tienes autoridad moral
cuando pones en cuestión que el Estado, y no los padres, es el responsable último
de los niños, el que puede obligar a que a un niño se le pueda hacer una
transfusión de sangre, por ejemplo, para salvarle la vida aunque sus padres,
testigos de Jehová se nieguen. El Estado no es el Gobierno PSOE-UP, el Estado
somos nosotros, es la forma de nación que nos hemos dado y sus poderes
delegados, es el Ejecutivo, pero también el Legislativo y el Poder Judicial ¿Lo
ha entendido usted, señor Abascal, o quiere que se lo explique otra vez?
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