España ha perdido mucha influencia
en Iberoamérica, a pesar de las raíces históricas, de que muchos descendientes
de españoles viven allí y de la gran actividad que realizan nuestras empresas
al otro lado del Océano Atlántico. Ello se debe a varias causas, una es que las
repúblicas hermanas de América tienen todavía la percepción de que, de alguna
forma, queremos tutelarlas y en algunas de ellas, como vimos hace poco con las
desafortunadas declaraciones del presidente de México, todavía nos ven como
conquistadores y otra la total supeditación de la política exterior española,
desde hace décadas, a los intereses estratégicos de los EE UU que, como todo el
mundo sabe, consideran a América Latina como su “patio trasero”. La inoperancia
y la escasa asistencia de países a las
Cumbres Iberoamericana, que periódicamente organiza nuestro país, es la muestra
del fracaso político y diplomático de España en América. La supeditación
española a los intereses de EE UU viene desde que el presidente norteamericano,
Eisenhower, se paseó con Franco en coche descubierto por las calles de Madrid,
en la visita que realizó en 1.959, y bendijo la dictadura a cambio de cuatro
bases militares. Hasta entonces España había sido un país neutral y la derecha
española antiestadounidense, muy antiestadounidense, desde la Guerra de Cuba.
La gente bien informada conoce que esa servil supeditación española a los EE UU
ha tenido algunos beneficios, como se vio en el problema del islote Perejil o
con la colaboración que USA ha prestado a España, gracias a su
sistema de escucha global ECHELON, a la lucha antiterrorista, especialmente
contra ETA, pero no todo el mundo es consciente de los perjuicios, como, por
ejemplo, lo que sucedió en el Sáhara Occidental, lo que, en verdad, pasó en el
golpe de Estado de 1.981, o la implicación de España en guerras como
Afganistán, Irak o Libia. El papel que está desempeñando España ahora en
Venezuela es un exponente más de en qué se convierte tu política exterior
cuando actúa a las órdenes de otros. La maravillosa frase del todavía ministro
de Exteriores de España, Josep Borrell, (que por segunda vez será desterrado a Estrasburgo)
lo dice todo: “Estamos recibiendo fuertes presiones de alguien pero no voy a
decir de quién”.
España ha hecho de mamporrera de
los EE UU para que la UE pusiera sanciones a Venezuela y apoyara a la oposición
y en Iberoamérica se toma buena nota de esas cosas, porque hoy le toca a Venezuela
y mañana te puede tocar a ti. Ni siquiera el general Franco, tan sustentado,
como hemos dicho, por los EE UU, tuvo una política tan palanganera en América. A mí me gusta poner siempre como
ejemplo lo que sucedió con la tragedia del “Sierra Aránzazu”, el buque español
que en su cuarto viaje a Cuba, cuando el bloqueo era más fuerte, sufrió un ataque
donde pereció el capitán, el segundo oficial y el tercer maquinista y varios
marineros resultaron heridos. El “Sierra Aránzazu” llevaba material textil,
material agrícola, juguetes y alimentos (entre ellos turrón) para Cuba. Ahora España
colabora con el Imperio y ofrece su legación diplomática en Caracas para que se
refugie en ella al que no quisieron en la de Chile, a Leopoldo López, no un
demócrata, como nos quieren hacer creer, sino un agitador, como Guaidó, al
servicio de Washington, que había sido condenado a trece años de cárcel por
organizar algaradas que provocaron 43 muertos y que, después de cumplir cinco,
estaba en arresto domiciliario por motivos de salud. Borrell advierte ahora a
Leopoldo López después de que este individuo lanzara proclamas desde la entrada
de la embajada española: “España no va a dejar que su embajada sirva para el
activismo político”. Tenemos un problema.
El pasado jueves, 2 de mayo, los
presidentes de EE UU, Donald Trump, y de Rusia, Vladímir Putin, mantuvieron una
larga conversación telefónica, de 90 minutos, en la que trataron, entre otros,
los problemas de Corea del Norte, Ucrania y Venezuela ¿Habrá cambio de cromos,
yo no te toco las narices en tus fronteras y tú me dejas actuar en Venezuela? Ya
lo veremos. Atentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario