Hay unos cuantos alimentos
importantes, como el arroz, el trigo, el maíz, etc, pero yo tengo un especial
cariño por las lentejas, no tanto por sus cualidades alimenticias y culinarias,
que también, como porque hay pocas comidas que nos hayan hecho tanto bien a los
españoles y eso que los asturianos somos muy conscientes de la bendición que
supuso para nosotros, que nos moríamos literalmente de hambre, el descubrimiento
de América y que de allí vinieran la patata y el maíz. Pero, el aprecio que
tengo por esta legumbre va mucho mas allá de lo buenas que están si se han preparado
con cariño y de lo que alimentan.
En los libros de Historia están
escritos muchos de los acontecimientos que sucedieron durante la Transición,
pero pocos españoles conocen hoy que los grandes acuerdos y las difíciles
negociaciones que fue imprescindible cerrar para sacar el país adelante se
cerraron alrededor de un plato de lentejas con chorizo. Fue en casa de la
periodista peruana que vivía en España, Mona Jiménez, donde, en unos almuerzos
memorables, se forjó nuestra democracia. Al principio, en aquel piso de la
calle Doctor Fleming, de Madrid, no asistían mas de media docena de personas a degustar
las leguminosas a las que invitaba Mona, y de segundo o tercer rango, pero
aquellas comidas se fueron haciendo mas importantes y empezaron a asistir los
líderes del PCE, PSOE, UCD, CC OO y UGT, incluido el presidente del Gobierno,
Adolfo Suárez. Al final el piso se hizo pequeño y Mona se tuvo que mudar a otro
mayor, donde llegó a juntar hasta 60 personas discutiendo el futuro de los
españoles mientras degustaban aquellas lentejas, que deberían ser las mas
famosas desde que Esaú, hambriento después de una cacería, vendió sus derechos
de primogenitura a su hermano Jacob por un plato de esas legumbres.
En casa de Mona Jiménez se
conocieron Isabel Preysler y Miguel Boyer, y eso fue importante en sus vidas,
pero fue mucho mas importante para todos que intercambiaran pareceres Carrillo
y Fraga con Suárez de por medio.
En este verano especialmente
caluroso no apetecen mucho las lentejas y los niños (a pocos niños les gustan)
tienen en la canícula una buena disculpa para que les sirvan otra cosa. Pero,
las lentejas de Mona solo eran una disculpa, una coartada, para que dirigentes
de partidos aparentemente irreconciliables se sentaran juntos a hablar,
empezando por comentar lo ricas que estaban y lo bien cocidas y terminando por
llegar a acuerdos políticos que trajeron una Constitución y una democracia que,
con todos sus defectos, ahora disfrutamos.
Se echan en falta las lentejas de
Mona Jiménez en la España de hoy y se echa en falta el sentido de Estado y la
altura de miras de los dirigentes políticos actuales, que nada tiene que ver
con abstenerse, como cuando Pilatos se lavó las manos, para que otros sigan
haciendo fechorías. Aunque estemos en
verano la coartada sigue siendo válida, sino con lentejas con un gazpacho, una
buena ensalada, un salmorejo o unas judías verdes con panceta bien aliñadas.
Solo falta Mona y su entrañable casa.
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